17.9.06

MARIANO RAJOY ARTICULISTA.

Benigno de la Fuente(*)

El pasado martes, 2 de marzo, es su habitual artículo en El País el periodista M. A. Aguilar puso a los lectores sobre la pista de sendos artículos publicados por el candidato a la Presidencia del Gobierno por el PP, Mariano Rajoy. Se trataba de uno publicado el 4 de marzo de 1983 en el Faro de Vigo por el entonces diputado de AP en el Parlamento Gallego titulado "Igualdad humana y modelos de sociedad". El otro se publicaría en mismo periódico el 24 de julio de 1984, lo firmaba Mariano Rajoy, Presidente de la Diputación (de Pontevedra) y se titulaba, "La envidia igualitaria". La lectura de ambos artículos es muy recomendable; más en el periodo electoral en el que nos encontramos. Frente al modelo norteamericano en el que los medios de comunicación se muestran muy interesados por cuestiones tales como la vida sexual de los candidatos o aspectos referidos a su vida privada en Europa, también en España, estamos más interesados por las bases ideológicas de las personas que pretenden dirigir nuestro país por un periodo de cuatro años.

Ambos artículos se encuentran íntimamente interconectados. En el primero se comenta un libro (por cierto editado por la Fundación Cánovas del Castillo, ahora subsumida en la FAES que preside José Mª Aznar) de Luis Moure-Mariño titulado "La desigualdad humana". En el artículo se parte del hecho evidente, que no consta que nadie haya puesto en cuestión, de que los seres humanos nacen diferentes, para remontarse a otra diferencia, tampoco puesta en cuestión, referida a los diversos caracteres, y llegar a donde se quiere ir: la justificación de las desigualdades sociales. Refiriéndose al libro en cuestión llega a decir que "constituye una prueba irrefutable de la falsedad de la afirmación de que todos los hombres son iguales, de las doctrinas basadas en la misma y por ende de las normas que son consecuencia de ellas". Para terminar diciendo que los llamados ‘modelos progresistas’: "constituyen un claro atentado al progreso, porque contrarían y suprimen el natural instinto del hombre a desigualarse, que es el que ha enriquecido al mundo y elevado el nivel de vida de los pueblos, que la imposición de esa igualdad relajaría a cotas mínimas al privar a los más hábiles, a los más capaces, a los más emprendedores…de esa iniciativa más provechosa para todos que la igualdad en la miseria, que es la única que hasta la fecha de hoy han logrado imponer."

En el segundo de los artículos comenta el libro de Gonzalo Fernández de la Mora, "La envidia igualitaria". Gonzalo Fernández de la Mora ministro de Franco y teórico del tardo franquismo con aquél libro "El ocaso de las ideologías", que aunque hoy poco citado parece seguir siendo libro de cabecera de los actuales dirigentes del país. En ese artículo, Mariano Rajoy dice: "el autor dedica unas brillantes páginas a demostrar el error en que incurren quienes a veces conscientemente y utilizando el sentimiento de la envidia y otras sin valorar el alcance de sus aseveraciones, sostienen la opinión de que todos los hombres son iguales y en consecuencia tratan de suprimir las desigualdades….La igualdad biológica no es pues posible. Pero tampoco lo es la igualdad social: no es posible la igualdad del poder político". Para entre otras cosas concluir "no es bueno cultivar el odio sino el respeto al mejor, no el rebajamiento de los superiores, sino la autorrealización propia. La igualdad implica siempre despotismo y la desigualdad es el fruto de la libertad."

Entiendo que hay muchas formas de enfrentarse al contenido de los artículos a los que me estoy refiriendo. Una de ellas, ese entusiasmo darwinista y profundamente de derechas de algunos de los políticos conservadores que pueblan el mundo, y según parece España. Otra la del substrato ideológico y convicciones profundas del Sr. Mariano Rajoy candidato a la Presidencia del Gobierno del PP. Hay otras muchas más. Quiero centrarme tan sólo en una de ellas, la Constitución Española.

Dice el artículo 10. 2 de la Constitución:

Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España.
Ya desde el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 se afirma: "Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad". Para continuar en el artículo 2.1: "Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.".

Por fin el artículo 22 de la Declaración dice: "Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad."

Estas disposiciones, y otras que no se citan, impregnan el Título I de la Constitución Española. De manera específica el artículo 27.2 de la Constitución dice que la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana. Y el artículo 40.1 consagra que los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa. Todo ello en el marco del objetivo fijado en el Preámbulo. "Promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida."

En los tiempos recientes hemos asistido, desde luego el que esto escribe, con perplejidad a la impúdica apropiación de los líderes del Partido Popular y desde luego de Mariano Rajoy de la Constitución de todos los españoles. Artículos como los que comentamos nos permite conocer dónde se encontraba ideológicamente el Sr. Rajoy en los años 83 y 84. La insistencia en el asunto, con algo más de un año de diferencia, no hace otra cosa que sugerir que se manifestaba sobre sus profundas convicciones. Y su convicción es que la desigualdad es fruto de la libertad. Por ese camino se pueden despreciar las obligaciones del poder político como garante de esas condiciones de igualdad, de tal manera que llega a decir que "es evidente que la mayor parte del gasto público no crea capital social, sino que se destina al consumo. ¿Por qué, entonces, arrebatar con una fiscalidad creciente a la inversión privada fracciones cada vez mayores de sus ahorros?". Ese y no otro es el substrato ideológico de aquella antológica frase del Delegado del Gobierno de Madrid cuando afirmó que "quien quiera seguridad que se la pague". Podríamos continuar afirmando lo mismo para la educación, la sanidad…

Es evidente que el problema no es que nadie busque la uniformidad de los ciudadanos, sino dar cauce a las previsiones de nuestra Constitución que establece el principio por el que los ciudadanos deben gozar de igualdad de oportunidades para el libre desarrollo de su persona. Esa igualdad de oportunidades, la debe garantizar el poder político con una adecuada red de servicios públicos básicos que se financian por el procedimiento de redistribución de rentas. Rentas que el Estado obtiene de los ciudadanos mediante un sistema tributario basado en la progresividad (art. 31.1 CE). Concepto con el que el Sr. Rajoy no parece estar de acuerdo cuando afirma que: "Lo justo es cada ciudadano tribute en proporción a sus rentas. Esto supuesto, ¿por qué, mediante la imposición progresiva, se hace pagar a unos hasta un porcentaje diez veces superior al de otros por la misma cantidad de ingresos? Para penalizar la superior capacidad, o sea, para satisfacer la envidia igualitaria". No Sr. Rajoy, lo de muchos españoles no es la envidia igualitaria, en lo que creemos es en el Estado social y democrático de Derecho, que consagra la Constitución Española. De esos españoles, éste, no le considera adecuado en esas condiciones para dirigir el gobierno de nuestro país y todavía menos para pontificar sobre la defensa de una Constitución en la que o no creyó cuando ya tenía responsabilidades públicas o, quizás, sigue sin creer.