21.6.13

El Banco de inversión JP Morgan a favor de instaurar Regímenes autoritarios en Europa


En un documento publicado a finales de mayo, el Banco de Inversión estadounidense JP Morgan Chase reclama la derogación de las Constituciones Democráticas burguesas, que se establecieron después de la Segunda Guerra Mundial, en algunos países europeos y el establecimiento en su lugar de Regímenes autoritarios.


El documento de 16 páginas ha sido realizado por el grupo Europa Economic Research de JPMorgan y se titula “El ajuste de la Zona Euro, una tarea a medio hacer”. El documento comienza señalando que la crisis de la zona euro tiene dos facetas.

Se comienza afirmando que las medidas financieras son necesarias para garantizar que las principales empresas de Servicios de Inversión, como JP Morgan, puedan seguir obteniendo enormes beneficios de sus actividades especulativas en Europa. Después, los autores sostienen que son necesarias reformas políticas destinadas a acabar con la oposición a las medidas impopulares de austeridad, que son aplicadas en nombre de los Bancos.

El Informe muestra su satisfacción por la aplicación en la Unión Europea de un cierto número de mecanismos financieros que pretenden garantizar los intereses de la Banca. A este respecto, el estudio subraya también la necesidad de una mayor intervención por parte del Banco Central Europeo (BCE).

Desde el inicio de la crisis financiera mundial en 2008, el BCE ha destinado miles de millones de euros en favor de los Bancos para permitirles mejorar sus balances e iniciar de nuevo sus actividades especulativas. A pesar de la presión creciente procedente de los mercados financieros, el Presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, declaró que haría todo lo necesario para consolidar los Bancos.

Para los analistas de JP Morgan esto no es suficiente. Exigen por parte del BCE una respuesta más espectacular ante la crisis.
Las críticas más duras al documento están formuladas contra los Gobiernos nacionales, que tardaron demasiado en aplicar las medidas autoritarias necesarias para imponer la política de austeridad. Tal proceso de reforma política, dice el estudio, no ha hecho más que empezar.

En los párrafos finales del documento, los autores explican lo que entienden por reforma política: “Al principio de la crisis creíamos que estos problemas heredados del pasado se debían en gran parte al orden económico reinante; sin embargo, se puso de manifiesto que hay problemas políticos que están profundamente arraigados en los países de la periferia, que según nuestra opinión deben ser cambiados si la Unión Monetaria se considera que debe seguir vigente”.

El Documento detalla a continuación los problemas que existen en los sistemas políticos de los países de la periferia: Grecia, España, Portugal e Italia. Estos países se encuentran en el centro de la crisis de deuda en Europa.

Los autores siguen diciendo: “Estos Sistemas Políticos vienen de una Dictadura anterior y están definidos por estos Regímenes. Sus Constituciones tienden a tener un fuerte sesgo socialista, reflejando la fuerza política que los partidos de izquierda adquirieron después de la derrota del fascismo”.

Los Sistemas Políticos de los países de la periferia tienen unas características comunes: unos dirigentes débiles; unos Estados centrales débiles en relación con las distintas regiones; protección constitucional de los derechos de los trabajadores; sistemas que buscan el consenso y se anima el clientelismo político; el derecho a la protesta, permitido por el status quo político. Las lagunas de esta herencia política han quedado al descubierto por la crisis”.Cualesquiera que sean las inexactitudes históricas contenidas en este análisis, no cabe sombra de duda de que los autores del Informe de JP Morgan defiende que los Gobiernos instauren Regímenes dictatoriales, con el fin de llevar a cabo la contrarrevolución social, que ya lleva un buen camino recorrido en toda Europa.

En realidad, no se puede hablar de nada socialista contenido en las Constituciones establecidas durante el período de posguerra en Europa. Tales constituciones pretendían garantizar el Régimen burgués, en una situación en la que el Sistema Capitalista y sus agentes políticos habían visto comprometidas sus posiciones por los crímenes de los regímenes fascistas y dictatoriales.

Las constituciones de los Estados europeos, incluidas las de Italia, España, Grecia y Portugal, han sido elaboradas y aplicadas en colaboración con los partidos socialistas y comunistas de los respectivos países, partidos que han jugado un papel clave en la desmovilización de la clase obrera, para así permitir a la burguesía mantener su Régimen.

Al mismo tiempo, la clase dirigente de Europa era consciente de que la Revolución Rusa era fuente de inspiración para muchos trabajadores. Por lo tanto, se vieron obligados a hacer una serie de concesiones a la clase obrera con el fin de impedir una revolución, mediante la aprobación de protecciones sociales y constitucionales, estableciéndose el derecho de manifestación, algo que le gustaría a JP Morgan ver abolido.

En cierta medida, las críticas del Informe del Banco con respecto a la falta de autoritarismo de los Gobiernos europeos suena a algo hueco. Por todas partes de Europa los Gobiernos han recurrido en repetidas ocasiones a medidas propias de un Estado Policial para reprimir toda oposición en contra de sus políticas.
En Francia, En España y en Grecia, se han aprobado decretos de urgencia y el ejército ha intervenido para acabar con las huelgas. La Constitución de Grecia de 1975, aprobada después de la caída de la Dictadura de los coroneles, no impidió al Gobierno griego despedir a gran cantidad de funcionarios. Y en otros países europeos, los partidos dirigentes están favoreciendo la aparición de partidos neofascistas, como Amanecer Dorado en Grecia.

Pero esto no es suficiente para la Banca JP Morgan. Con el fin de evitar una revolución social, los analistas consideran como indispensable que los Gobiernos capitalistas de Europa instauren lo más rápidamente posible regímenes dictatoriales.

En la parte final del documento, los autores desgranan una serie de argumentos por los que, según ellos, de llegar a un fracaso de los Gobiernos europeos habría que instaurar sistemas autoritarios:

1) El fracaso de varios Gobiernos favorables a las reformas en Europa del Sur.

2) Falta de apoyo al euro o a la propia Unión Europea.

3) La ingobernabilidad de ciertos Estados miembros debido a que los costes sociales (sobre todo el paro) sobrepasasen un cierto umbral.

Es la voz del Capital Financiero la que habla. Hay que recordar que JP Morgan estuvo implicado hasta las cejas en operaciones especulativas que arrasaron la vida de millones de trabajadores de todo el mundo. En marzo de este mismo año, una Comisión del Senado estadounidense hizo público un Informe de 300 páginas que recogía las prácticas criminales y el fraude realizado por JP Morgan, uno de los bancos más grandes de los Estados Unidos y el mayor agente de productos derivados del mundo. A pesar de las revelaciones que se hacían en ese Informe, no se ha ejercido ninguna acción contra el Director General de Banco,Jamie Dimon, que goza de la confianza personal del Presidente estadounidense.

Ahora este mismo Banco se permite dar lecciones a los Gobiernos. Setenta años después de la toma del poder por Hitler y los nazis en Alemania, cuyas consecuencias fueron catastróficas para Europa y para el mundo, JP Morgan es el primero que reclama medidas autoritarias para reprimir a la clase obrera y acabar con las conquistas sociales.

EL PROCESO DE REFORMAS POLÍTICAS NO HA HECHO MÁS QUE EMPEZAR
Por Stefan Steinberg, 17 de junio de 2013
Le Grand Soir Stefan Steinberg (Artículo original aparecido el 17 de junio de 2013)

14.6.13

¿Nos gastamos más de lo que tenemos?

Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 14 de junio de 2013

Este artículo cuestiona el argumento de que en España nos estamos gastando más de lo que tenemos, aportando datos que demuestran su poca credibilidad.

Una de las frases que los establishments políticos, financieros y mediáticos remarcan constantemente es que “nos estamos gastando más de lo que tenemos”. De ahí que se nos diga por parte de estos establishments que hay que ser más austeros, a fin de ahorrar y devolver el dinero que habíamos pedido prestado y gastado. Hasta aquí el dogma y la sabiduría convencional repetida día tras día en los mayores medios de difusión, dogma que se promueve para justificar los recortes de gasto público y, muy en particular, del gasto público social.

Este dogma, sin embargo, carece de credibilidad. Y los que lo están promoviendo son conscientes de ello. De ahí que tengan un gran temor a que aparezcan y se escuchen voces críticas en los medios de información de mayor difusión que muestren los datos que cuestionan sus argumentos, demostrando su falsedad. Y puesto que tienen una enorme influencia sobre tales medios de información, evitan que esas voces críticas aparezcan en esos medios. En realidad, la evidencia empírica existente permite muy fácilmente señalar no solo la falsedad de esos argumentos, sino también la motivación existente detrás de los recortes. Veamos los datos, comenzando por el argumento de que no tenemos dinero para gastarnos, por ejemplo, en nuestro ya subfinanciado Estado del Bienestar.

España, incluyendo Catalunya, no es pobre. Todo lo contrario. España es ya casi tan rica como el promedio de los países de la UE-15, que es el grupo de países más ricos de la UE. Su PIB per cápita es ya el 94% del PIB per cápita promedio de la UE-15. Y Catalunya es incluso más rica: su PIB per cápita es el 110% del promedio de la UE-15. Y, sin embargo, tanto España como Catalunya se gastan mucho menos en su Estado del Bienestar que el promedio de la UE-15. El 74% en el caso de España, y el 72% en el caso de Catalunya. Es decir, el gasto público social (que incluye el gasto en transferencias públicas –como las pensiones- y en servicios públicos –como sanidad, educación, servicios sociales, entre otros-) por habitante en España y en Catalunya es sólo el 74% y el 72% del gasto público social por habitante promedio de la UE-15. En realidad, si España se gastara en su Estado del Bienestar lo que le corresponde por el nivel de riqueza que tiene, España se gastaría 66.000 millones de euros más al año, y Catalunya 19.600 millones. Este dinero existe en España y en Catalunya. Lo que ocurre es que el Estado no lo recoge. En realidad, tanto España como Catalunya tienen los ingresos al Estado (tanto central como autonómico) más bajos de la UE-15. Y ello como consecuencia de que tanto el Estado central como la Generalitat de Catalunya ingresan muy poco. Y ahí está el problema. No es, pues, que nos gastemos más de lo que, como país, tenemos, sino que ingresamos al Estado (central y Generalitat) menos de lo que tenemos. Y de esto casi nada aparece en los medios de mayor difusión. ¿Por qué?

La gran mala distribución de las rentas

La respuesta a esta pregunta que dan los medios del establishment es que la gente no quiere ni oír hablar de subir impuestos. Y de ahí el discreto silencio de los medios. Pero la evidencia existente muestra otra realidad. De hecho, la mayoría de la gente que trabaja y está en nómina ya paga impuestos a un nivel semejante (algo menos, pero no mucho menos) al promedio de la UE-15. La evidencia esta ahí para aquellos que quieran verla. Los trabajadores de la manufactura, por ejemplo, pagan un porcentaje de su sueldo en impuestos semejante a lo que paga en impuestos el trabajador de la manufactura promedio de la UE-15. Los que no pagan impuestos no son la gente normal y corriente, sino una minoría enormemente poderosa que controla los medios, en los que goza de una enorme influencia, y que deriva sus rentas de la propiedad del capital. Estamos hablando de las grandes fortunas, de las grandes empresas y de la banca, y que en España deja de pagar al Estado (central, Generalitat y otras CCAA) 44.000 millones de euros al año. Y la situación ha empeorado todavía más durante la crisis. A pesar de que teóricamente los impuestos han subido (de acuerdo con las medidas tomadas por el gobierno del PP para reducir el déficit), los ingresos al Estado han bajado nada menos que seis puntos del PIB, pasando del 36% al 30%. La respuesta tradicional es que este descenso de ingresos al Estado se debe al descenso de la actividad económica, lo cual es cierto, pero no es suficiente para explicar un descenso tan marcado. El descenso de la actividad económica, aún cuando ha sido muy notable, ha sido menor que la bajada de ingresos al Estado. Y puesto que la mayoría de la gente que trabaja y está en nómina ha visto aumentar sus impuestos, debe entonces preguntarse por qué no suben los ingresos al Estado. Y la respuesta es, en parte, que hay menos gente trabajando y pagando impuestos, pero otra razón es que la falta de contribución al Estado de aquella minoría que deriva sus rentas del capital ha continuado, e incluso se ha incrementado. Mientras se está recortando más y más en el Estado del Bienestar, la gente rica y súper rica está evitando, cada vez más, pagar impuestos.

Esta situación, muy clara y acentuada en los países periféricos de la Eurozona (como España, Grecia, Portugal e Irlanda), pero presente en todos los países, ha alcanzado un nivel escandaloso. Según la propia Comisión Europea (su Comisaria de Fiscalidad) cada año en la Unión Europea los Estados que la componen pierden un billón (repito, un billón, con “b”) de euros debido a la evasión y fraude fiscal, cantidad que sería más que suficiente para evitar todos los recortes en dichos países. España contribuye a esta cantidad con la friolera cantidad de 90.000 millones de euros, cantidad que, de nuevo, evitaría tener que hacer recortes. Y toda la evidencia acumulada es que la mayoría del fraude fiscal ocurre entre las grandes empresas, la banca y las grandes fortunas. Y mientras tanto se subraya en los medios que “nos gastamos más de lo que tenemos”, cuando la evidencia es abrumadora de que el problema está en que el Estado (tanto central como autonómico y local) no está recogiendo tanto como podría y debería hacerlo. Y, ¿por qué no lo hace? La respuesta es la influencia que tales sectores de la sociedad (los establishmnents financieros y de las grandes empresas) tienen sobre el Estado, tanto en sus ramas ejecutivas –el gobierno- como en la legislativa –las Cortes y los Parlamentos Autonómicos-. Así de claro. Y de ahí el enorme desprestigio y pérdida de legitimidad de las instituciones llamadas representativas. No es de extrañar que el eslogan del 15-M “no nos representan” sea compartido –según las últimas encuestas- por el 78% de la población española.

La escasa capacidad redistributiva del Estado (tanto Central como Autonómico)


Una prueba más de la enorme influencia que los establishments financieros y empresariales (de las grandes empresas) así como las clases pudientes, tienen sobre el Estado (lo que la ciudadanía suele llamar la clase política) aparece en el escasísimo impacto redistributivo del Estado en España, uno de los menos redistributivos de la UE-15- Así, las transferencias y servicios públicos reducen la pobreza en España solo 4 puntos, pasando a ser del 24% de la población a un 20%, en comparación a 8 puntos, pasando del 24% al 16% en el promedio de la UE-15 y 14 puntos, pasando del 27% al 13%, en Suecia (donde históricamente las fuerzas progresistas han sido más influyentes desde la II Guerra Mundial). Tal reducida capacidad redistributiva del Estado aparece también en Grecia, Portugal e Irlanda, países donde las fuerzas conservadoras han tenido históricamente gran influencia sobre sus Estados. En realidad, en estos países las rentas del capital han subido de una manera muy marcada a costa de las rentas del trabajo, habiendo alcanzado en España una situación nueva este año, en que las primeras ya son mayores que las segundas. Y de ello apenas se habla en los medios de mayor difusión. En su lugar, se acusa al Estado de gastarse más de lo que el país tiene. La evidencia, resumida n este artículo, muestra claramente que el país tiene tales recursos. Lo que ocurre es que aquellos que los tienen, con la ayuda de sus instrumentos políticos gobernantes, no quiere contribuir con ello al Estado tal como hace la mayoría de la población empleada en España.

7.6.13

Y así pasamos los días y cada vez somos menos, para todo.



Esta semana los compañeros de clase de mi hijo están tristes porque un compañero se marcha. Ya no lo volverán a ver ya que sus padres han decidido volver al país del que vinieron hace más diez años y aunque el niño ha nacido y crecido aquí, la próxima semana se instalará en el pueblo del que salieron sus padres hace años, con los abuelos, primos y conocidos, ya que ante la crisis, uno busca el refugio de los suyos.

Hablaba el lunes con Pablo que está entre ilusionado y asustado porque su hija de 20 años ha encontrado trabajo en Munchen, un laboratorio farmacéutico la ha fichado para desarrollar un nuevo proyecto. Para mi amigo, separarse de su hija y ponerle tantos kilómetros de por medio, no es un buena noticia, el siempre pensó que al ser tan buena estudiante, no tendría problemas para encontrara trabajo cerca de casa y fundar una familia y hacerlo abuelo y verse todos los domingos delante de unos buenos canalones.


José Manuel me contaba que se ha borrado del paro, que no piensa volver a la oficina de empleo. Desde que dejó de cobrar la paga no le llaman nunca para ningún trabajo. Con más de cincuenta años no lo quiere nadie y mira que es un buen profesional, desde los 16 años en la misma fábrica. Pero total, si ya no fabricamos nada, todo lo traemos de China que es más barato. Puede que parezca más barato, pero nos cuesta más, muchísimo más, nos cuesta la sangre de nuestras trabajadoras y trabajadores. Se ha borrado, con la pensión de la madre intentan ir tirando y el huerto, un huertecito ilegal pero que le da para completar la compra y para regalar algunas cosas a otros vecinos que no lo están pasando nada bien. Su sueño es encontrar un pueblo pequeño, apartado, donde tener cuatro gallinas y un poco de campo, porque el no cree que nadie lo vuelva a contratar y esperar así que le llegue la hora.


Los padres del compañero de clase de mi hijo, la hila de Pablo y el mismísimo José han dejado de estar en las listas del paro, entre los 98.000 que ya no están, no todos trabajan, no todo son buenas noticias. Pero claro, ha nadie le interesa, a los que mandan porque manda, a los que no mandan porque no hacen nada, a los que les gustaría mandar, porque tampoco saben que decir y así pasamos los días y cada vez somos menos, para todo.

3.6.13

Cuestionando la sabiduría convencional sobre las pensiones


En la discusión actual sobre la supuesta inviabilidad del sistema de pensiones públicas se está haciendo toda una serie de aseveraciones, reproducidas algunas de ellas por la llamada Comisión de Expertos sobre las Pensiones, que requieren una reconsideración a la luz de la evidencia existente. En tal discusión se asumen erróneamente varias suposiciones, presentándolas como hechos y realidades, cuando en realidad la evidencia científica existente las cuestiona. Entre ellas están las siguientes declaraciones:
1. El hecho de que la esperanza de vida de los españoles haya crecido seis años en los últimos treinta años quiere decir que las personas ancianas viven seis años más. Esto no es así. Hay que saber cómo se calcula la esperanza de vida. Si España, por ejemplo, tuviera solo dos ciudadanos, uno la Sra. García, que vive hasta que tiene 80 años, y otro, el pequeño Juanito, que muere al poco de nacer, entonces la esperanza de vida promedio de España sería (80+0)/2=40 años. Suponga el lector que treinta años más tarde España continuara teniendo solo dos ciudadanos. Uno la Sra. Pérez que, como la Sra. García, muere a los 80 años, y el otro ciudadano, Manuel, que vive hasta los 20 años. La esperanza de vida de esta España reciente sería de (80+20)/2=50 años, es decir, diez años más que la España de ayer. Pero esto no quiere decir, como constantemente se malinterpreta, que la Sra. Pérez viva diez años más. En realidad, continúa muriendo a los 80 años. Lo que ocurre es que el bebé que moría antes, ahora ya no muere y vive 20 años más.
Y esto es lo que ha ocurrido en España, la mortalidad infantil ha estado bajando mucho (lo cual ha estado ocurriendo también en la mayoría de países de la Unión Europea) y con ello la esperanza de vida (que es el promedio de años de vida que el ciudadano medio vivirá) ha subido. Pero el aumento de la esperanza de vida no repercute automáticamente en el mismo aumento de años de vida de los ancianos.
2. Como consecuencia de que las personas vivan más años, existe la necesidad de que también trabajen más años. Si viven seis años más, deberían trabajar seis años más. Este supuesto ignora la enorme variabilidad en las tasas de mortalidad que existe en España entre las personas pertenecientes a distintas clases sociales. Un catedrático de Universidad, por ejemplo, es probable que viva siete años más que la mujer de la limpieza de la Universidad en la que él trabaja. Es una medida profundamente injusta exigir a la segunda persona –la mujer de la limpieza- que trabaje dos años más (y algunos están incluso hablando de cinco años más) para pagarle la pensión al primero –al catedrático-. El retraso indiscriminado de la edad de jubilación es profundamente injusto. Y es, sin embargo, el criterio que se está utilizando y promoviendo. Hoy, en España, la persona del decil superior de renta vive diez años más que la persona del decil inferior. Hacer una propuesta “igual para todos” sin tener en cuenta la enorme desigualdad de condiciones de vida y muerte debería ser rechazado por inmoral y antidemocrático.
3. A mayores años de vida  adicionales de la población, mayor es su capacidad y obligación de trabajar. Esta observación, derivada de la anterior, continúa ignorando que no solo la esperanza de vida varía mucho según la clase social, sino también su calidad de vida. La calidad de vida de los años añadidos a la longevidad de una persona jubilada varía también de una manera muy evidente y clara según el tipo de trabajo y empleo (y, por lo tanto, de clase social del individuo) que ha tenido durante su vida laboral. A menor nivel de renta de la persona, y a menor autonomía, creatividad y condiciones satisfactorias del trabajo y empleo que la persona haya desarrollado, mayor es la discapacidad y limitaciones “propias de la edad”, con menor deseo de continuar su trabajo. De esta realidad se deriva el principio aplicado en muchos países –pero no en España- de que la jubilación es un derecho más que una obligación. Para la mujer de la limpieza es una bendición el poder dejar de trabajar. Pero no así para un catedrático, o para un médico, o para un profesional que goza en su trabajo. La aplicación del principio de considerar la jubilación como un derecho (como ocurre ya en muchos países a los dos lados del Atlántico) implica el derecho a que no haya obligación de jubilarse. Como profesor de Hopkins yo no tengo el deber de jubilarme. Siempre y cuando el trabajo esté al nivel que se exige de un profesor de universidad, la institución no puede jubilarme, como resultado de la ley que prohíbe la discriminación a los ancianos (una ley, por cierto, que sería muy necesaria en España, donde la discriminación en contra de los ancianos es muy acentuada).
4. El mayor problema que determina la necesidad de reformar el sistema de pensiones es el demográfico. A más gente anciana que vive más años y menos gente joven, mayor será el problema de la financiación. Esto no es así, pues se ignoran muchas realidades. En los sistemas de financiación a base de contribuciones sobre el trabajo (las cotizaciones sociales), el escenario no consiste en jóvenes versus ancianos, sino en trabajadores versus pensionistas. E incluso más importante es la cantidad de la aportación, que depende del salario y de la productividad. De la misma manera que ahora el 2% de la población que trabaja en agricultura produce más alimentos de los que producía el 18% que trabaja en el campo hace cuarenta años, un trabajador dentro de cuarenta años producirá y contribuirá muchas veces lo que produce y contribuye un trabajador ahora. En realidad, el mayor problema que tiene el sistema de financiación actual de las pensiones no es el demográfico, sino el laboral, es decir, el escaso porcentaje de puestos de trabajo, consecuencia, en parte (no de la siempre supuesta rigidez del mercado laboral) de la escasísima producción de puestos de trabajo (e incluso más escasa producción de buenos puestos de trabajo) resultado de un escaso desarrollo de la infraestructura social y humana del país. Si España tuviera el mismo porcentaje de la población adulta trabajando en los servicios del Estado del Bienestar que tiene Suecia, España tendría cinco millones más de puestos de trabajo. Es esta escasez de puestos de trabajo el problema de las pensiones contributivas, tema que ni está ni se espera en la citada Comisión. Es lamentable que la solución que predeciblemente aparece como más factible sea la reducción de las prestaciones en lugar de aumentar los recursos para mantenerlas e incluso expandirlas.
Para profundizar leer Lo que debes saber para que no te roben la pensión (Espasa, 2013) de Vicenç Navarro y Juan Torres. Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University.

2.6.13

El radicalismo de baja intensidad de Mujica



El mandatario uruguayo es un líder de enorme talla que se ha convertido en un referente de la izquierda latinoamericana.

En la entrevista con el director de EL PAÍS, habla de la paz en Colombia, de EE UU o de la legalización de la marihuana.

José Pepe Mujica me recuerda que Uruguay disfrutó durante décadas de niveles de desarrollo institucional y bienestar comparables a los de cualquier país europeo, asentó lo que se podría describir como una democracia avanzada a principios del siglo pasado y se adelantó en otorgar el derecho de voto a las mujeres (1927), el divorcio (1917) o en extender la educación gratuita, obligatoria y laica. Al rememorar esa época, cuando se conocía a Uruguay como la Suiza de América, el presidente no oculta una chispa de picaresca irreprimible en los ojillos mientras posa su mano sobre mi brazo:

—Mi país es un país pequeño; si hubiera sido grande se diría ahora que la socialdemocracia empezó en Uruguay.

No le falta razón, desde luego, y su reflexión me lleva a imaginar que si Uruguay fuera un país grande, en términos históricos, entonces él quizá sería uno de esos gobernantes cuya estatura inspira a millones de personas más allá de las fronteras nacionales, influye sobre otros líderes y se asegura una impronta profunda en la política de su tiempo. Tras una larga conversación el jueves pasado a primera hora de la mañana, salgo de la residencia del embajador en Madrid convencido de que, si Uruguay fuese un país grande, efectivamente la socialdemocracia se hubiera inventado allí. Pero también de que en un país grande habría sido muy difícil que la personalidad de Mujica se hubiese abierto paso hasta las altas poltronas del poder, una vereda de imposible tránsito para aquellos que renuncian de forma absoluta y expresa a someterse a la política y a sus exigencias, al menos como se conocen desde que las formulase Maquiavelo.

No hay que darle oportunidades a los más reaccionarios de Estados Unidos.

El presidente, de 78 años, resulta conocido por vivir en una casita modesta, de apenas 45 metros cuadrados construidos, vieja de caerse a trozos, sin personal de servicio, en las afueras de Montevideo, donde cocinan él o su esposa cada día y donde plantan flores en un pedazo de tierra y que antes vendían en los mercados. Una cueva, en palabras de Luis Alberto Lacalle, adversario político. Todo ello contribuye a alimentar los clichés que tratan de reducirle a una figura marginal o excéntrica, pese a que, de cerca, Mujica muestra hechuras de líder de enorme talla, en un momento en que el poder se deshilacha y los grandes dirigentes escasean. Algunos de sus planteamientos —“el mensaje del chavismo tiene vocación democrática”— resultan de difícil digestión para cualquier observador independiente, pero Mujica sabe equilibrar de inmediato sus abandonos temporales de la corrección política con abruptos golpes de realismo político. Cultiva relaciones con el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, con el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, las tuvo con Hugo Chávez, de una manera u otra se encuentra en el centro del universo de la izquierda latinoamericana, mantiene lazos con todos y habla con conocimiento de primera mano de sus políticas. Le comento todo lo anterior para averiguar cuál es la figura política que más ha marcado a América Latina en tiempos reciente. Contesta rápido, sin dudar ni un segundo, como si esperara la pregunta o como si hubiese interiorizado la respuesta mucho tiempo antes:

—Lula.

—¿Y por qué?

—Es un personaje histórico. De gran altura simbólica. ¿Por qué? Porque construyó primero una central, construyó un partido, luchó por el Gobierno, tiene un liderazgo natural, no se aferra a él, sabe que tienen que sucederlo. La muerte le estuvo golpeando, probablemente le sirvió para pensar. A veces no es tan mal compañera la muerte cuando cae en extremo; pero una amenaza, el tener en juego la vida y estar en la cama y en el hospital, eso ayuda a ver lo relativo de nuestra pequeñez y mirar más lejos. Cualquier causa importante supera la vida, el paréntesis de una vida humana, es allí donde deben expresarse construyendo colectivamente. Pero, bueno, los hombres estamos sometidos al espejo y al despiadado amor a la vida y a veces en la flagrancia de determinadas posiciones no deja de haber un brutal amor a la vida. Y ha sido una tendencia humana.

Hay que tener el coraje de plantear la legalización de la marihuana.

De la izquierda en América Latina.

Al sentarse para la charla, el presidente pide un té, le ofrezco mi taza recién servida y la acepta porque no le añadí azúcar. Mujica es un gran consumidor de mate, la infusión nacional argentina y uruguaya, de sabor amargo. Me doy cuenta de inmediato de que resultará imposible mantener una entrevista clásica de pregunta y respuesta. Su alocución desborda cualquier molde, a preguntas concretas responde con grandes elaboraciones que evaden los compromisos cuando él desea evadirlos, pero ellas contienen siempre suficientes elementos de interés y de verdad como para mantener la fascinación, mezclan observaciones precisas con gigantescos meandros discursivos sobre la vida, la muerte, el amor o la generosidad. El primer ejemplo de lo anterior se produce cuando trato de indagar sobre su relación con Argentina, nunca exenta de tensiones comerciales y agravada de forma reciente tras su declaración de que la “vieja”, en alusión a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, resulta más insufrible que “el tuerto”, su marido, Néstor Kirchner, ya fallecido.

—Maravilloso. Argentina es maravillosa. Argentina es un país bárbaro. No, yo no me quejo; la quiero en pila, además en sentido trascendente. Compartimos una argentinidad. Soy federal. Artigas [el gran líder de la independencia en Uruguay] es un héroe argentino en sentido macro. Es el fundador del federalismo en el Río de la Plata y si algún día la nación se construye será una nación federal con una fuerte independencia. Pero no quiero hablar de estas cosas con un español porque… ¡coño!

Me resigno pues al formato de entrevista-río sobre el bien y el mal que el presidente uruguayo impone sin imponer, que no carece en absoluto de seducción, como compruebo a medida que avanza y me obliga a dejar de lado el cuestionario y a concentrar toda mi atención en desmadejar y responder a los hilos de pensamiento que él trenza a velocidad de vértigo.

Mujica fue guerrillero tupamaro hasta su detención en 1972. En total pasó 15 años de su vida en prisión, muchos de ellos en confinamiento solitario, en condiciones extremas, sometido también a tortura. Del radicalismo de inspiración cubana de sus años guerrilleros, el presidente de Uruguay ha pasado a convertirse en un gran teórico de los consensos entre poder y oposición, del papel del Estado, convencido de la necesidad de primar las instituciones, incluidos los partidos políticos, por encima de los caudillismos, de nefasta huella en el continente. Queda en su discurso, no podría imaginarse de otra manera, una suerte de radicalismo de baja intensidad en el pensamiento que contrasta muy vivamente, sin embargo, con el ejercicio habitual de la política en América Latina, de Europa ya ni hablamos.

—¿Cómo es el juego de billar? Es muy importante los tantos que usted pueda hacer con la bola. Pero tan importante como eso, o más, es cómo queda su bola.

—Para la siguiente jugada.

—Para la siguiente jugada. Esta es la cuestión. No solo lo que uno hace, porque no se puede construir algo importante de largo plazo si no se logra un cierto margen indirecto de influencia en la propia oposición. Por lo menos en los niveles más racionales de la oposición, porque en el fondo hay que construir con todo. ¿Es un camino largo? Sí, pero me parece que a la larga es el único posible.

Y sin embargo, le digo, la tentación de la reelección y del caudillismo siguen siendo grandes en el mapa político de América Latina, donde hasta en las democracias más asentadas se han visto forzados los mecanismos constitucionales para permitir nuevos mandatos a la medida de gobernantes que se han visto a sí mismos imprescindibles para el futuro de sus naciones, por encima de partidos, instituciones y sociedad civil. Lo hizo Chávez, Correa, Morales. En su día, también Uribe cayó en la tentación. En Argentina está por ver. Le pido a Mujica cómo puede explicar esta deriva en todo el continente desde su experiencia en Uruguay.

Lula es la figura que más ha marcado a América Latina en tiempos recientes.

—Porque las personalidades terminan ocupando más escenario que los partidos. Los partidos aseguran la sucesión de las causas, las personalidades están sujetas a la biología. Obviamente que se precisan personalidades, pero en Uruguay, los que a la larga vienen decidiendo son los partidos. En otros lados no es así, influyen muchísimo hasta las personalidades coyunturales. En Argentina, usted puede hacer cualquier cosa, pero si aspira a luchar por el Gobierno tiene que ser peronista, y peronista es un todo, y después son varias cosas a su vez, y eso es como una cultura que se generó y no se puede desconocer. Allí hay izquierda, hay centro, hay derecha, hay de todo. ¿Cómo se combina eso? Es el artilugio de la política. En Chile creo que están jugando las personalidades hoy muy fuerte, daría la impresión, y hay un relativo debilitamiento de los partidos.

—El caso extremo sería Venezuela.

—Venezuela tiene una de las contradicciones más severas porque era muy fuerte la personalidad de Chávez. Absorbía y cubría todo el escenario y es probable que tuviera tal peso que mitigaba penurias de gestión que son históricas en Venezuela, que no son de hoy, que son hijas de una sociedad abundante en recursos naturales y que cohabitó y se acostumbró mucho a vivir de los recursos naturales. Cuando uno ve el precio interno del combustible en Venezuela y todavía una buena cantidad de ese combustible se va de contrabando para Colombia, ¿cómo se sostiene esto?

—Yo diría que no se sostiene.

—Venezuela tiene la intención política de ir a pasos muy acelerados en una construcción un tanto socializante. ¿Qué cosas tiene a favor? La más fuerte, a mi juicio, es que el proceso histórico terminó depurando totalmente a las Fuerzas Armadas y son unas Fuerzas Armadas chavistas, pero son Fuerzas Armadas, y así como las gallinas están programadas para poner huevos, las estructuras militares una vez que toman un rumbo, tienen un peso. Eso es una de las seguridades que tiene el régimen.

—Yo no lo veo como algo positivo.

—Pero, a su vez, mire qué paradoja. De haber una rotación política se puede tensionar mucho la sociedad venezolana. Ojalá que no, ojalá que esto no pase. Yo creo que en Venezuela hay que ayudar en todo lo que se pueda a buscar racionalidad. No comparto el tono de la discusión y todo eso, porque una izquierda que quiera ser democrática, y el mensaje chavista lo es, tiene que acostumbrarse a vivir con la oposición y la oposición tiene que acostumbrarse a convivir. Es una evolución de madurez en las sociedades. Las transformaciones socializantes no pueden ir contra la democracia.

Lo más importante que pasa en América Latina es el proceso de paz en Colombia.

—¿Eso se lo dijo a Chávez?

—Estas cosas yo se las he dicho a Chávez hablando.

—¿Y qué le contestó?

—Los consejos no sirven nada más que para pasar un buen rato. De respeto. Los seres humanos, desgraciadamente, aprendemos apenas un poco de lo que vivimos, no de lo que nos aconsejan.

—Esto es, le escuchó los consejos, pero no se mostró muy dispuesto a aplicarlos.

—Yo creo que globalmente el Caribe, en términos genéricos, es de posturas y lenguaje como terminantes; con posiciones muy en blanco y negro. Y eso es difícil. Pero en general, en América Latina nunca tuvimos lo que tenemos hoy. Nunca. Nunca tuvimos instituciones, por ejemplo, como Unasur, que se llaman telefónicamente todos los presidentes de América y en menos de 24 horas se juntan y deciden cosas importantes desde el punto de vista de la política, siendo de composiciones distintas.

—La reunión de Lima de Unasur en la que se decidió el apoyo a Nicolás Maduro tras su controvertida elección fue polémica, francamente.

—Fue y tenía que ser polémica. Claro que tenía que ser polémica. Ahora estamos en una encrucijada: lo más importante que está pasando en América Latina es la tentativa de construir paz en Colombia. Es una de las cosas más importantes en las últimas décadas que han pasado y en todo lo que se pueda hay que tratar de ayudar.

—Lo está liderando el presidente Santos, que no viene precisamente del universo intelectual y político de la izquierda.

—Sí señor, pero tiene mérito por ello. Tiene mucho mérito por ello. Es, definitivamente, un hombre abierto que resiste el cansancio y transforma en política el cansancio de una guerra interminable a lo largo de décadas y que está buscando un paréntesis y que debiera recibir un caluroso apoyo de la comunidad internacional. Pero que tiene obstáculos muy grandes porque tantos años de guerra se han transformado en intereses contradictorios, en una multitud de cosas y, obviamente, mucho dolor y cuando hay mucho dolor se apela al sentimiento de justicia. La justicia y el dolor en estas cosas andan al filo de la navaja con la venganza hacia un lado y hacia el otro. Si entran en ese camino no salen más de la guerra. Lo prioritario es la paz, la paz y la paz.

Del progreso social.

Por mucho que Mujica predique la necesidad de consensos amplios con las oposiciones, internas y externas, como forma de consolidar los avances sociales, lo cierto es que las leyes adoptadas sobredespenalización del aborto (octubre de 2012), matrimonio homosexual(abril de este año) o la norma aún en discusión para que el Estado controle la producción y venta de marihuana no lo fueron sin una notable contestación interna. Las dos primeras han confirmado la posición de Uruguay como uno de los países más liberales de América Latina. Luego está la lucha contra la pobreza extrema, lacra que ha recorrido el continente sin distingos durante décadas, ha inflado las retóricas de los gobernantes que no pudieron o supieron ofrecer resultados concretos, y que solo en los últimos años comenzó a ofrecer esperanza a millones de personas en Brasil o Colombia. “Históricamente, Uruguay ha sido el país más equitativo de América Latina”, explica Mujica, “el que distribuyó mejor, pero la crisis de 2002 y algunas cosas de la década de los noventa afectaron mucho a la desigualdad. Mucho. Se está corrigiendo”. Más de 800.000 personas, según sus estimaciones han logrado escapar a la miseria, “aunque nos queda un núcleo duro, que hace mucho tiempo está desvinculado del mercado laboral y que no es un problema que se arregle solo con plata”.

En Venezuela hay que ayudar en todo lo que se pueda a buscar racionalidad.

La legalización de la marihuana es el proyecto que más resistencias ha encontrado, va para un año que el Gobierno la presentó, la demora coincide con las opiniones mayoritariamente en contra de los ciudadanos y nadie está seguro de que la norma vea finalmente la luz. El presidente niega que se planteen medidas a favor de la marihuana, se trata de una adicción, una plaga, es tajante sobre ello. Pero a continuación viene el toque Mujica, el desmarque de lo políticamente aceptable que descoloca a sus adversarios, la reflexión que hacen expertos y algunos expresidentes, pero que se guardan bien de formular los gobernantes en ejercicio. Él no:

—¿Por qué lo planteamos? Porque somos uruguayos, porque estamos en la historia. Allí discutieron en la década de 1910 el asunto del alcohol. ¿Sabe lo que hizo el Estado? 

Monopolizó la fabricación de alcohol de boca para eliminar los que entreveraron alcoholes de madera. Lo entró a cobrar caro. Y ahí sacaron una rentabilidad para atender salud pública. 

¿Qué hicieron los craks del mundo? La ley seca de Estados Unidos mire cómo le fue y hasta Stalin quiso prohibir el alcohol. Chuparon más que nunca. No. En mi país con la marihuana queremos hacer un camino de ese tipo. Ahora, ¿si hay solución contra el narcotráfico? No sabemos. Es un experimento. Es un experimento por lo siguiente: esto lleva casi 100 años que estamos reprimiendo. ¿Y? ¿Dónde están los triunfos? Les ganamos todas las batallas: tantos kilos acá, el barquito este, lo otro, pero sigue funcionando. Y esa es la batalla. Yo creo que es una actitud conservadora. Se echaron a vivir aparatos de combate, fuertes, que viven de eso. Y ahora tienen esa lógica, también presionan. Se transforman en instrumentos de presión política. ¿Perdemos, no perdemos? No importa. Nos parece que hay que tener el coraje de plantear esta discusión. Y veremos hasta dónde llegamos.

Del español y del catolicismo.

De Madrid, Mujica tenía previsto viajar ayer sábado a Roma para verse con el Papa. No asistió a la entronización de Francisco en marzo porque esa era una fiesta de la cristiandad, según explica, y del catolicismo. “Y yo no soy católico; soy ateo; aunque voy camino de la muerte todavía no me he podido reconciliar con la idea de Dios”. Pero sí se ha reconciliado con la idea del Papa, o al menos de visitarle. Por qué ahora, le pregunto, pese a que no se me ocurriría preguntarle a ningún gobernante del mundo por las razones para conocer al Pontífice, de obvias como son, pero con Mujica nunca se sabe.

—Ojo, los latinoamericanos tenemos dos grandes instituciones comunes: la lengua. Porque el portugués, si hablas despacio, se entiende. Y la otra es la Iglesia católica. Esas son las columnas vertebrales comunes que tenemos en nuestra historia y no reconocer el papel político de la Iglesia católica es un error garrafal en América Latina. Y yo, por más ateo que sea, no voy a cometer ese error. Tengo hondo respeto; no quise venir a saludarlo porque me daba la impresión que era una fiesta del catolicismo y me pareció que hubiera sido un error. Ahora, no reconocer el peso indirecto, espiritual que tiene en la gente Roma, y bueno, además teniendo un Papa del barrio.

—¿Qué piensa tratar con él?

—Colombia.

—¿Por qué?

—Pedirle que en la manera de lo posible que haga todo lo que pueda por apoyar el proceso de paz para Colombia porque yo le doy una importancia brutal. Porque esa puede ser la puerta de entrada de la parte más reaccionaria de la política americana que, por suerte, en el horizonte se están despejando algunas cosas en la medida de que ese ser político gigantesco que es adicto al petróleo solucione internamente su problema energético. Bueno, ya no tendrá necesidad de andar con el garrote poniendo orden en el mundo porque eso tenía mucho olor a petróleo siempre y puede ser que vivamos un poco más tranquilos. Me estoy refiriendo a no darle oportunidades a esa parte más reaccionaria que hay ahí dentro de Estados Unidos. Yo no pongo a Estados Unidos, a todos, en la misma bolsa. Obama no es de esa parte reaccionaria. Pero hay que cuidarse de eso porque ese animal existe. Basta leer los discursos, escuchar y uno se da cuenta de que eso existe.

La transformación social no puede ir contra la democracia.

De la sobriedad como mensaje.

La conversación se acerca a su final. Fuera, en el jardín, están preparadas ya las cámaras y los focos para una entrevista con la televisión. Mujica explica que, más allá de la política, siempre ha aspirado a dar ejemplo de compromiso con la sociedad en la que vive, que no gusta de los grandes gestos, que el mejor dirigente no es el que hace más, sino el que, cuando se va, deja un conjunto que le supera con ventaja. “Eso se verá con el tiempo”, dice de forma pausada. “A eso aspiro”. Esa es la razón, le digo, de haber evitado el palacio presidencial, los trajes a medida, de vivir en una casa tan modesta, de renunciar al personal de servicio. Se trata de un mensaje muy potente. Tanto para sus conciudadanos como para otros gobernantes. ¿Cree que resuena, le pregunto, que tiene algún impacto, que no se trata de un gesto quijotesco perdido en la gran política, ahogado por el poder y la riqueza?

—No. Como mensaje molesta. Porque los que despilfarran lo toman como una crítica. Y las críticas siempre duelen. Pero no tiene que ver con una postura política; es un convencimiento filosófico de raíz muy vieja. Yo viví muchos años en los que la noche que dormía en un colchón ya estaba contento. Cuando salí de eso, me di cuenta de que para vivir medianamente feliz no se precisa de tanto cacharro y tanta cosa como nos complicamos la vida. Pero en medio de la sociedad de consumo, no puedo pretender que la gente entienda eso.

Luego se levanta, se despide efusivamente y mientras se encamina hacia el jardín se vuelve al personal de la residencia del embajador y pide con voz firme:

—Mate.