17.10.12

España naufraga... ¿llegará el rescate?



En estos días se está discutiendo largo y tendido acerca de la necesidad y conveniencia de que España solicite el rescate. Analizamos qué medidas pudieran tomarse y las consecuencias para sus inversiones.

Operación de salvamento, ¡ya lo hemos visto!
Dicen que para cruzar un campo de minas lo mejor es ver cómo lo hacen otros y seguirles… de lejos. Más de dos años han pasado ya desde el primer rescate de Grecia, y a punto están de cumplirse en el caso de Portugal. Pero ¿les ha servido de algo? Pues lo cierto es que a sus ciudadanos el modelo de rescate aplicado les ha servido de muy poco. El desempleo, cerca del 12% en el momento del rescate, ronda ahora el 15% en Portugal y el 24% en Grecia. Sus economías siguen en recesión con decrecimientos aún mayores (-3% y -6% anual respectivamente). En cuanto a las inversiones, tampoco hay demasiados motivos para el jolgorio. Salvo la bolsa irlandesa que, plagada de holdings internacionales y financieros, ha logrado remontar, tanto la lusa como sobre todo la helena han seguido cayendo. Los tipos de interés no se han calmado en absoluto. En Portugal p.ej. en diciembre pasado los tipos rozaban el 18% – duplicando los que había en el momento de la intervención –, y a día de hoy las primas de riesgo siguen asustando: la de Grecia ronda el 18% y el 7% la de Portugal, frente al 4% de la española.

¿Y para nosotros?
Parece muy poco probable que a España, cuarta “potencia” dentro de la zona euro, pueda aplicársele una receta similar a la de Grecia, Irlanda o Portugal, tres países que en su conjunto apenas alcanzan la mitad del tamaño de la economía española. La razón es simple: la cantidad de fondos a involucrar en el caso español resulta políticamente inaceptablepara los países más fuertes de la eurozona y financieramente insostenible para el resto – máxime si, tras la solicitud española, Italia se sumase al carro –.
• Así pues, descartada por similares razones la “solución Eurobonos” por la que los países del norte respaldarían la deuda de los países del sur como si de un único emisor se tratase, y dado que las millonarias inyecciones de liquidez desde el BCE (Banco Central Europeo) solo sirvieron en su día para dar un soplo de aire fresco a la banca, ahora desde el BCE se ha diseñado un ambicioso programa de compra de deuda que pueda sacar las castañas del fuego a España.

¿El guión está ya escrito?
Todo apunta a que ya está marcada la senda que seguirá nuestro Gobierno en las próximas semanas. El 28 de septiembre se publicarán las auditorías realizadas por Oliver Wyman a la banca española. El guión dice que se conocerán las necesidades individualizadas de cada entidad y la “troika” (BCE, Fondo Monetario Internacional y Comisión Europea) liberará entonces el primer tramo de 30.000 millones de euros como ayuda directa a la banca, algo que merece un análisis más profundo a realizar cuando se conozcan las condiciones. Por el momento, manténgase alejado del sector financiero.
• Entonces tendríamos las manos libres para solicitar el otro rescate, el “suave” de petición al BCE de compra de deuda española. Por ahora, su mero anuncio ha relajado la presión sobre la deuda patria. Nuestros tipos a largo, desde ese 7,5% de julio pasado han caído hasta rondar el 6%. Relajación que, contagiada al sector privado, ha sido aprovechada por las empresas españolas para financiarse. Ahora bien, dar este segundo paso, con el que España ya no debería preocuparse por pagar intereses “abusivos” por su nueva deuda, conlleva presentar un plan de ajuste creíble y supervisado desde el exterior, algo que políticamente resulta difícilmente digerible por cualquier gobierno.

¿Sería una solución?
Aun venciendo las reticencias políticas, el hecho de solicitar la ayuda prevista por el BCE no acabará con la austeridad ni con la crisis económica. Incluso con las nuevas emisiones gratis (o por debajo del 2% como pagan los alemanes), será insuficiente para equilibrar las cuentas públicas. El dinero barato no relanzará el consumo de los hogares, endeudados y castigados por el paro. Tampoco la morosidad – que emponzoña el sistema bancario y que ronda ya el 10% – desaparecerá de la noche a la mañana. España seguiría soportando un doble déficit: el público y el de nuestra balanza comercial, algo insostenible en el largo plazo.
• Eso sí, la acción de las autoridades europeas está lejos de ser inútil. Al reducir la presión de los mercados, se nos da tiempo para tratar nuestras muchas enfermedades, entre ellas la falta de competitividad. Pero seamos claros, los próximos años seguirán siendo difíciles. Baja actividad y desempleo masivo seguirán marcando una agenda de austeridad jalonada de nuevas reformas.
• La Bolsa sufrirá altibajos y solo una salida de la recesión económica implicará una recuperación consistente.
• Por el lado de la renta fija, la voluntad política de que los tipos no se desboquen al alza, los mantendrá en torno a los niveles actuales o los llevará incluso más abajo si se solicita el rescate “suave”. Por ello, seguimos recomendando mantener las obligaciones españolas.

Publicado en OCU Ediciones, S.A.