29.5.13

La falta de liderazgo en la política actual.

Por lo visto, la sociedad española se debate entre la degradación de los líderes y su necesidad. La izquierda hace tiempo que decidió prescindir del liderazgo de una persona providencial que encarnara el proyecto y la esperanza. La derecha ha ido colocando en la cúspide de sus organizaciones a funcionarios de todo tipo que han intentado galvanizar a su electorado en torno a su figura. Sus propuestas económicas navegan, pero siempre les queda el recurso de apelar a la unidad de España, al honor, a leyes mínimas y caricaturescas mientras a su alrededor el mundo se hunde y los banqueros, en un alarde de usura escandalosa, se limitan a guardar sus muebles y quedarse con los inmuebles.
 
La izquierda ha demostrado que no se siente capacitada para pasar a la acción. Carece de medios de comunicación y altavoces tras el paso del caballo de Troya que fue Zapatero ofreciendo a sus enemigos las armas de la opinión para acabar con la socialdemocracia. Y ahora sus líderes, si es que se les puede llamar así, se limitan a decir «no es eso, no es eso» mientras van asistiendo a una merma creciente de su credibilidad. La carcoma de los liderazgos ha llegado incluso a la Corona, que es por definición el país hecho hombre. La efigie del Rey en las monedas no ha impedido una constante devaluación que se comprueba con el creciente número de banderas republicanas en las manifestaciones.
 
También los indignados, ante la necesidad remota de sustituir el saco de dormir por el escaño rebelde, se ven en la necesidad de encontrar líderes que puedan servir de interlocutores. Pero los movimientos asamblearios siempre han preferido el iluso gregarismo del grupo a la personalidad individual y emancipadora. Si esos intermediarios que intentan corregir el sistema no dan su confianza a un animador y compilador de todas las ideas que hoy hierven en los hornillos de la protesta popular, difícilmente los indignados podrán dar el paso adelante que los convierta en alternativa. 

Las ideas de la indignación.

Estamos viviendo momentos embarrados en los que no hay lugar para la personalización de la idea. ¿Para qué arriesgarse a ser líder de nada? Los poderes ocultos se encargan de cubrir de falsedades a aquellos que pretenden jugar en la primera división de la política. Esos mismos poderes saben que detrás de la indignación hay demasiadas ideas adversas al sistema del silencio y de la resignación. Pero también saben que en el mundo de los indignados se agitan todo tipo de alternativas que, precisamente por haber crecido en las minorías, han llegado a convertirse en rituales religiosos. A esa nueva sociedad que emerge de las plazas solo la cohesiona la desesperanza, y con eso no basta. Okupas, veganos, altermundistas, multicultis, antiautoritarios, pacifistas y tantos firmantes de las causas más nobles han visto que, a pesar de los pesares, había llegado el tiempo de las cerezas. Y, sin embargo, no hay nadie que sostenga el cesto para culminar la cosecha. Dulces como la revuelta. Amargos como los huérfanos voluntarios. Inútiles pensamientos sin nadie que les ponga voz.

AL CONTRATAQUE. El tiempo de las cerezas. JOAN BARRIL.