Se trata de un video realizado por un estudiante de Estados Unidos. Esta un poco centrado en su pais, pero es muy interesante. 2 minutos para ver la historia del mundo.
29.4.13
La historia del mundo en 2 minutos.
Se trata de un video realizado por un estudiante de Estados Unidos. Esta un poco centrado en su pais, pero es muy interesante. 2 minutos para ver la historia del mundo.
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Un alumno de doctorado de 28 años desmontó el informe de dos economistas de Harvard. Las políticas de recortes del gasto se basan en este estudio erróneo.
Cuando la deuda de un país supera el 90% del PIB, el crecimiento de la economía es inviable. El aserto, nacido de dos cerebros de Harvard y sobre el que se asientan las políticas de austeridad que están a punto de dinamitar los pilares del Estado de bienestar en medio mundo, ha resultado tan falaz como las armas de destrucción masiva que sirvieron para justificar la invasión de Irak.
“Es exagerado hacer la comparación, pero acepto la analogía porque es cierto que se están adoptando políticas a partir de premisas que son falsas”. Quien habla es Thomas Herndon, el estudiante de 28 años que, en su camino para sacarse un doctorado en Economía en la Universidad de Massachusetts, ha desenmascarado la mentira macroeconómica más significativa de los últimos años, y sobre la que EE UU y Europa se han apoyado en su campaña por la austeridad fiscal y el recorte drástico del gasto.
Herndon cuenta que se frotaba los ojos al cruzar los datos de su trabajo ordinario de carrera con los del hipercitado informe de los profesores de la prestigiosa Universidad de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff. Los errores eran básicos. De hecho, al principio pensó que el equivocado era él. No podía ser que dos reputadas eminencias hubieran podido pasar por alto cosas así.
El estudio que está en el centro de la controversia global lo publicaronReinhart y Rogoff en la American Economic Review en 2010. Ahí defienden cómo el crecimiento cae de golpe cuando la deuda pública de un país supera el 90% del PIB. Reinhart, nacida en La Habana (Cuba) hace 57 años, fue economista jefa durante tres años del difunto Bear Stearns, la primera víctima de la crisis financiera. Eso fue en los años 1980, antes de ocupar varios cargos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde llegó a ser la número dos en el departamento de investigación antes de llegar a Harvard. Rogoff, de 60 años, fue su jefe en el FMI, donde tuvo un sonado encontronazo con Joseph Stiglitz a cuenta de la crítica que el premio Nobel hizo de esa institución en su libro El malestar en la globalización (2002).
No fueron pocos los políticos que echaron mano del trabajo para defender que se pase la podadora al gasto para volver a la senda de un crecimiento sano y robusto. Entre ellos, Paul Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia de EE UU. También el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el expresidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet. Ninguno cuestionó la metodología del trabajo, ni sus datos, como hizo el joven Herndon.
“Estaba convencido desde el principio de que algo iba realmente mal con el estudio. Y cuando me llegaron los datos [los autores le mandaron las tablas de Excel que utilizaron, a petición del estudiante], se confirmaron mis sospechas”, relata Herndon. El joven estudiante, criado en Austin (Texas), de padre texano y madre de Hong Kong, al que le gusta tocar el bajo, le pasó las tablas a su novia, Kyla Walters. Ella tiene un doctorado en Sociología y gracias a su trabajo de investigación está muy acostumbrada a cruzar números. “No creo que te estés equivocando”, le respondió.
El siguiente paso fue acudir a Michael Ash y Robert Pollin, dos de sus profesores, que ahora le cubren las espaldas, pero que en un primer momento se mostraron más bien incrédulos. Lo que no logró anticipar Herndon, ni tampoco Ash y Pollin, es lo que venía a continuación. Hay economistas que les han llamado para emprender con ellos una batalla contra la idea de que el alto endeudamiento frena el crecimiento.
Pero hasta ahora ni un solo dirigente político se ha puesto en contacto con el trío para conocer su teoría. Aun así, el estudiante señala que el trabajo “está empezando a marcar la diferencia en los círculos de decisión política”. Cita, por ejemplo, el blog de John Taylor. El reputado economista por Stanford asegura que el error puesto en evidencia por el joven influyó en la decisión de los ministros de Finanzas del G-20 para omitir en su comunicado de la semana pasada una referencia al nivel de endeudamiento.
En el origen del fiasco está un encargo convencional de los profesores. Pidieron a los alumnos que emularan resultados estadísticos de estudios ya publicados. Él eligió el estudio de Reinhart y Rogoff porque, “aunque era poco atractivo”, le pareció oportuno vistas las dificultades que tienen Europa y EE UU para salir del agujero de la recesión y del impacto de las políticas que se están adoptando en los países.
Los profesores de Harvard ahora cuestionados le facilitaron en enero todo el material que necesitaba para descifrar el estudio y le dieron libertad para publicar lo que quisiera. “Vi el error muy rápido”, dice Herndon. A comienzos de abril, Reinhart y Rogoffadmitieron que habían cometido algunos fallos a la hora de codificar las cifras. Pero siguen defendiendo su metodología e insisten en que existe una clara correlación entre alto endeudamiento y lento crecimiento. “Este lamentable desliz no afecta al mensaje central”, dicen en una nota.
Herndon, que habla siempre en plural, admite que criticar el trabajo de los dos profesores de Harvard “es lo más fácil” y no cree que hubiera una intencionalidad cuando omitieron ciertos datos, como el hecho de que Australia, Canadá y Nueva Zelanda crecieran en periodos de alto endeudamiento, o se equivocaran en alguna suma al introducir mal las órdenes en la celdilla de Excel. Pero está convencido también de que la teoría no puede replicarse, porque está mal planteada. Y apoya que se adopten políticas de estímulo para salir de la recesión. “La austeridad es contraproducente, crea sufrimiento”.
El joven no se declara ni conservador ni liberal; dice que no le gustan las etiquetas. Pero sí parece tener muy claro que “es falso decir que el alto endeudamiento es malo”. Por eso cree que lo que deben hacer los dirigentes es ver las circunstancias específicas en las que la deuda puede ser efectiva en un escenario de recesión. Su prioridad ahora, comenta, es terminar el segundo semestre y recopilar ideas para su tesis final.
De momento se está dedicando con sus profesores a publicar los primeros hallazgos para después seguir desarrollando el trabajo a lo largo del verano, integrando mejoras estadísticas. Y entre clase y clase busca tiempo para conceder entrevistas e incluso acercarse a Nueva York para verse con Stephen Colbert, el conductor del programa satíricoThe Colbert report. Colbert le dedicó esta semana dos espacios a su trabajo, lo que muestra hasta qué punto está caliente el debate. En el primero se dedicó a mofarse de los profesores de Harvard y de los que se apoyaron en su estudio para aventurar “una nueva crisis económica alimentada por la deuda”. “¿Sabes que has enfadado a mucha gente en el campo de la austeridad, importantes y muy poderosos?”, le preguntó después. “La Universidad me cuida mucho”, le respondió. Herndon admite no estar preparado para la avalancha mediática. “Ni siquiera tenía una buena foto”, comenta. Y las siglas con las que los tres autores firman el trabajo, HAP, tomada de la inicial de sus apellidos, ha inspirado ya una expresión entre los estudiantes: “To get happed”, que alguien te señale los errores.
El joven cree que su experiencia hará que los estudiantes presten mucha más atención a la hora de comprobar una y otra vez los resultados de sus trabajos. “Serán mucho más cuidadosos”. Como le dijo Colbert, la pareja de Harvard no se dio cuenta de los errores porque no hay nadie por encima de ellos que les revise sus estudios. Ahora, como señala Kyla, su chico tendrá menos tiempo para practicar música, pero sus perspectivas de trabajo han mejorado.
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23.4.13
QUE QUIERE DECIR PROFUNDIZAR EN LA DEMOCRACIA
A finales de los años 70, un grupo de socialistas españoles viajaron a Suecia para recibir un curso de formación política invitados por el Partido Socialdemócrata.
En una de las sesiones recibieron una conferencia de Olof Palme, el primer ministro de Suecia, que les habló de los objetivos de su gobierno para el país. Se centró en tres grandes prioridades:
Mantener el pleno empleo que tenían,
Mejorar el Estado de Bienestar, por el que ya eran envidiados,
Profundizar en la democracia.
Un español preguntó que como Suecia ya era una democracia desde tiempos que qué quería decir con “profundizar” en ella. Olof Palme contestó que un país no tiene una democracia porque se publique una Constitución en el B.O.E. así como un paquete de leyes políticas; las democracias se mejoran o empeoran, por sus pueblos, en el desarrollo del compromiso de la ciudadanía y en el ejercicio de sus derechos y deberes.
Años más tarde, visitando un barrio obrero de la ciudad de Estocolmo para ver cómo, desde un planteamiento de presupuestos participativos, se decidía cual era el problema mayor del barrio y cómo se le hacía frente; observamos que en la toma de decisiones, estaban el conjunto de los servidores públicos de la administración local y también los representantes de cada una de las políticas sociales y también las organizaciones que trabajaban en el barrio. Desde los médicos y la enfermería comunitaria de los centros de salud a los responsables de los centros escolares; del jefe de la policía local de la zona a los responsables de los servicios sociales, el movimiento vecinal y otras organizaciones sociales. Todos aportaron ideas e hicieron propuestas de las que se responsabilizaron y asumieron que, en este caso, el consumo de alcohol y drogas por los jóvenes, era una responsabilidad colectiva. Eso es profundizar en la democracia desde una ciudadanía activa y comprometida.
MORALEJA DEL CASO.
1.Una organización humana necesita líderes potentes que ilusionen y den confianza a la gente. Un país aún más. Y equipos de dirigentes que estén atentos a los problemas reales de la ciudadanía.
¿Hay liderazgos así en Europa y en España ahora?
2.Una nación tiene que tener un proyecto de país y también Europa. España en los primeros años de su democracia ha tenido ese proyecto ¿Lo tiene ahora? Y lo mismo planteamos sobre Europa, tuvo un gran proyecto. ¿Lo tiene ahora?. Saldar la deuda no es ni un proyecto de país ni un proyecto para Europa.
3.Un país y cualquier organización humana necesita una ciudadanía que entienda que tiene derechos y que ha de exigirlos y tiene deberes y responsabilidades que ha de asumirlos.
Recordemos a Ortega y Gasset escribiendo: “Si España quiere resucitar es preciso que se apodere de ella un formidable apetito de todas las perfecciones”.
¿QUÉ HA PASADO AQUÍ ULTIMAMENTE?
Esta pregunta tiene múltiples respuestas. Veamos algunas:
1.Puede que estemos ante una generación agotada. Las generaciones que luchamos contra la dictadura estamos agotadas y tal vez no hemos sido capaces de resolver bien “El paso del testigo”. Generaciones agotadas, en parte, porque al final del franquismo y en los primeros años de la democracia no había tantas personas en el compromiso político. Pondré como ejemplo los datos del PSOE: en 1975/76 el PSOE sólo tenía unos 6.000 afiliados en toda España y cinco años después se gobernaba con mayoría absoluta; éramos ya unos 60.000 afiliados y había que cubrir casi 80.000 cargos públicos….Pocas personas para muchas responsabilidades y un proyecto de país democrático que era INMENSO. A la vez, la llegada de personas a última hora con menos raíces en la cultura del socialismo español, en sus valores y en sus programas “máximo y mínimo”. En definitiva, aún no se ven los nuevos dirigentes, desde el socialismo, para las nuevas necesidades de la sociedad española y estimo que algo parecido sucede en los otros partidos “progresistas” y desde luego en Europa.
2.Crece la incapacidad para reconocer “al otro” que conduce al no deseo de buscar pactos y acuerdos entre gobernantes y partidos políticos. Esto también tiene que ver con algunos balances negativos que se hace de algunas concertaciones sindicales, empresariales y políticas en años en los que, esta cultura del pacto, se buscaba y perseguía más, porque se necesitaba recuperar el tiempo perdido y hacerlo con paz social. Sin olvidar que las mayorías absolutas han tendido a evitar los acuerdos porque acordar, casi siempre, tiene un mayor coste y el ejercicio de la mayoría absoluta permite, desde la lógica de los votos, no ceder de la propuesta del gobernante y no encarecerla materialmente por el pacto o acuerdo.
3.La izquierda europea y la española tienen que dar saltos cualitativos en el control de la Economía. El capitalismo financiero actual vuelve a dejar claro su INSACIABILIDAD y la respuesta debe ser el control real. Es insuficiente el gran objetivo de la redistribución de la riqueza. Es necesario un férreo control del capitalismo con bancos públicos, tasas a las transacciones financieras, armonización fiscal progresiva,…. No es posible seguir con una política económica social liberal desde la izquierda.
4.Este país y su desarrollo democrático se hizo de arriba hacia abajo y no al revés como hemos recordado con el ejemplo de Estocolmo. Hay que retomar la profundización en la democracia desde abajo, desde la vida comunitaria y hacerlo hacia la corresponsabilidad y la codecisión y no a la mera información y consulta cómo funcionan la mayoría de los órganos de participación y de representación social en nuestro país, con la participación democrática de las leyes de los años ochenta.
5.La mejor democracia debemos exigirla no sólo a unos gobiernos y parlamentos, hay que hacerlo en todo tipo de instituciones:
a) Las familias, pasando definitivamente de los patriarcados a las relaciones en igualdad.
b) Las organizaciones empresariales, que están volviendo a ser lobbies de intereses abandonando el interés general, la concertación y negociación colectiva y los liderazgos positivos (¡¡¡de Cuevas y Ferrer a Díaz Ferrán y Arturo Fernández ¡¡¡).
c) Las organizaciones sindicales, que están viviendo un ataque constante desde el neoliberalismo y aunque deben hacer esfuerzos para no alejarse de los problemas de las fábricas y de los centros de trabajo; no se puede olvidar que cada 4 años hacen elecciones sindicales y eligen a 350.000 representantes y resuelven el conjunto de la negociación colectiva así como el conjunto de los conflictos laborales con una afiliación sólo del 17% cuando en los países germanos es del 33% y en los nórdicos del 77%.
d) Las ONGs y Fundaciones, que algunas no saben organizarse ni salir adelante salvo que reciban una subvención o los recursos del 0,7 del IRPF…
e) Los partidos políticos, deficientes en democracia interna y en pluralidad. Carentes de una transparencia reclamada y necesaria.
f) Los medios de comunicación, “la voz de su amo” casi todos ellos.
….
Por último y coincidiendo con “Transparencia Internacional”, la corrupción y la opacidad están haciendo mucho daño a la democracia.
Ocupamos el puesto nº 30 de los 176 países en grados de corrupción y poca transparencia.
Transparencia Internacional considera prioritario que España se dote de una Ley de Transparencia con el acceso directo de la ciudadanía a toda la información pública.
Nuestros ayuntamientos y partidos políticos tienen que hacer frente a lo que las auditorías (Informe Greco 2011 y Encuesta Euro barómetro 2012) critican: opacidad en las cuentas locales, opacidad en las fundaciones de los partidos políticos, ausencia de auditorías internas y públicas, escasez de medios técnicos y humanos en el Tribunal de Cuentas, ……
En España debemos dedicar más esfuerzos a hacer frente a los casos de corrupción con medidas como:
*Código Deontológico/Ético común a todos,
*Agencia Anticorrupción,
*Ley de Participación del siglo XXI,
*Ley de contratos del Sector Público,
*Regulación objetiva del Indulto,
*Reforma del Código Penal en los delitos de corrupción económica y política y en los medios de comunicación y en la Justicia. En definitiva, en todos los poderes de la sociedad democrática,
*Dedicaciones exclusivas e incompatibilidades de cargos, así como limitación de mandatos,
*Exigentes declaraciones de bienes y patrimonios para controlar y evitar los conflictos de intereses,…….
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21.4.13
¿Por qué razón no se produce un estallido social en el Estado Español?
Estamos en el quinto año de la crisis. Aumenta el paro, la pobreza y la exclusión social; empiezan a aparecer casos de malnutrición en niños; hay decenas de miles de familias que han sido expulsadas de sus hogares; y los salarios siguen reduciéndose, mientras que no ocurre lo mismo con los precios de bienes y servicios. La gente, además, ha entendido que esta situación no es pasajera y puede prolongarse todavía unos cuantos años más. En esas condiciones, ¿por qué no se produce un estallido social? ¿Por qué no revienta el sistema? ¿Cuánto puede aguantar la sociedad española sin que se produzca un levantamiento?
Es difícil pensar en una conjunción de condiciones más favorables para provocar un estallido. En primer lugar, los efectos de la crisis son terribles. ¿Cómo puede sobrevivir una población con seis millones de parados? Lo peor es que el paro va a seguir creciendo, pues la demanda interna está hundida. Los ahorros y las ayudas con los que muchos han ido tirando hasta ahora se están agotando. Entre quienes tienen trabajo, muchos están con salarios de subsistencia en la economía sumergida. Y quienes conservan su puesto viven con el miedo permanente a que llegue el ERE o simplemente a que su empresa cierre.
En segundo lugar, las políticas salvajes de austeridad que España y la Unión Europea están llevando a cabo sólo sirven para desguazar el país y alejar el momento de la recuperación. En vez de que el consumo y la inversión del Estado palien la caída de la demanda de los hogares, el Gobierno está recortando en todos los capítulos de gasto de la administración. De esta forma, no sólo se agrava la crisis, sino que además la cobertura social a las personas afectadas por el paro y la pobreza disminuye. Aunque suene un poco brutal, la UE y el Gobierno han considerado que la salida a la crisis pasa por el empobrecimiento general de la mayoría de los españoles. No otra cosa significa “devaluación interna”.
En tercer lugar, se ha extendido la percepción de que el reparto de sacrificios está siendo enormemente injusto. El caso más sangrante, pero desde luego no el único, es el de los desahucios. El Estado desembolsa ayudas generosas y se endeuda peligrosamente para sanear los bancos, pero no pone solución a la situación de todos aquellos que con la crisis se han visto atrapados por las hipotecas. La insensibilidad de los poderes públicos y de los dos grandes partidos ante esta situación ha contribuido a aumentar el sentimiento de indignación de buena parta de la sociedad.
En cuarto lugar, no hay esperanza en estos momentos. A pesar de la propaganda del Gobierno sobre la recuperación inminente, la gente ha entendido que estamos en un proceso muy largo de estancamiento y que no esperan años muy difíciles.
Por último, estamos padeciendo a un partido de Gobierno corrupto y de una ineficacia pasmosa. Resulta increíble que, en un momento de gravedad como el actual, el presidente del Gobierno esté siendo chantajeado por la financiación ilegal del partido político que dirige. Es asimismo increíble que el Gobierno y el PP mientan constantemente a la ciudadanía sobre las donaciones ilegales que recibían de grandes empresarios.
A pesar de todas estas calamidades que he enumerado, la gente no se levanta. ¿Qué es lo que pasa?
Por un lado, ha dejado de haber alternativas. ¿Cuál podría ser el modelo que sustituyera al actual? ¿El capitalismo autoritario chino? No hay hoy una ideología que proponga un camino distinto al que estamos transitando y que sirva para organizar una resistencia efectiva. La gente está dominada por la rabia, que se traduce en rechazo y alienación con respecto al sistema económico y político, pero la rabia no cristaliza en un movimiento que suponga una amenaza colectiva.
Por otro lado, a pesar del empobrecimiento generalizado, España sigue teniendo un nivel de desarrollo considerable. Sabemos que las democracias desarrolladas son extraordinariamente estables. Aguantan casi todo. Hay una regularidad asombrosa: no ha habido nunca una democracia con una renta per capita superior a la de Argentina en 1976 que haya colapsado. España tiene una renta per capita muy superior a esa, incluso después de la crisis de estos años. Por eso, cabe esperar que haya tensiones y episodios violentos, pero no un estallido generalizado. En parte, porque el Estado es muy poderoso y puede poner freno a la protesta; en parte también porque hay muchas familias propietarias de pisos, o que tienen sus ahorros en bolsa, que no están dispuestas a arriesgar en aventuras de resultado incierto. El desarrollo trae consigo un mayor nivel de conservadurismo político a todos los niveles.
El síntoma más claro de que la gente, por muy cabreada que esté, no quiere riesgos, es la ausencia de un debate público en España sobre la conveniencia de permanecer en el euro. A pesar de que la unión monetaria ha resultado ser una ratonera, casi nadie quiere asumir los costes a corto plazo de salirse del euro. No deja de ser curioso que la gente dirija sus quejas a los partidos y a las instituciones españolas, cuando buena parte del problema reside más arriba, en las reglas de funcionamiento del euro y en las políticas que marcan los países del norte. Es verdad que ha caído mucho también la valoración popular de las instituciones europeas, pero sin demasiadas consecuencias: el apoyo al euro sigue siendo masivo. Este apoyo es definitivo para entender por qué no se produce un estallido.
En fin, seguiremos aguantando con resignación una situación que, se mire como se mire, resulta intolerable.
Es difícil pensar en una conjunción de condiciones más favorables para provocar un estallido. En primer lugar, los efectos de la crisis son terribles. ¿Cómo puede sobrevivir una población con seis millones de parados? Lo peor es que el paro va a seguir creciendo, pues la demanda interna está hundida. Los ahorros y las ayudas con los que muchos han ido tirando hasta ahora se están agotando. Entre quienes tienen trabajo, muchos están con salarios de subsistencia en la economía sumergida. Y quienes conservan su puesto viven con el miedo permanente a que llegue el ERE o simplemente a que su empresa cierre.
En segundo lugar, las políticas salvajes de austeridad que España y la Unión Europea están llevando a cabo sólo sirven para desguazar el país y alejar el momento de la recuperación. En vez de que el consumo y la inversión del Estado palien la caída de la demanda de los hogares, el Gobierno está recortando en todos los capítulos de gasto de la administración. De esta forma, no sólo se agrava la crisis, sino que además la cobertura social a las personas afectadas por el paro y la pobreza disminuye. Aunque suene un poco brutal, la UE y el Gobierno han considerado que la salida a la crisis pasa por el empobrecimiento general de la mayoría de los españoles. No otra cosa significa “devaluación interna”.
En tercer lugar, se ha extendido la percepción de que el reparto de sacrificios está siendo enormemente injusto. El caso más sangrante, pero desde luego no el único, es el de los desahucios. El Estado desembolsa ayudas generosas y se endeuda peligrosamente para sanear los bancos, pero no pone solución a la situación de todos aquellos que con la crisis se han visto atrapados por las hipotecas. La insensibilidad de los poderes públicos y de los dos grandes partidos ante esta situación ha contribuido a aumentar el sentimiento de indignación de buena parta de la sociedad.
En cuarto lugar, no hay esperanza en estos momentos. A pesar de la propaganda del Gobierno sobre la recuperación inminente, la gente ha entendido que estamos en un proceso muy largo de estancamiento y que no esperan años muy difíciles.
Por último, estamos padeciendo a un partido de Gobierno corrupto y de una ineficacia pasmosa. Resulta increíble que, en un momento de gravedad como el actual, el presidente del Gobierno esté siendo chantajeado por la financiación ilegal del partido político que dirige. Es asimismo increíble que el Gobierno y el PP mientan constantemente a la ciudadanía sobre las donaciones ilegales que recibían de grandes empresarios.
A pesar de todas estas calamidades que he enumerado, la gente no se levanta. ¿Qué es lo que pasa?
Por un lado, ha dejado de haber alternativas. ¿Cuál podría ser el modelo que sustituyera al actual? ¿El capitalismo autoritario chino? No hay hoy una ideología que proponga un camino distinto al que estamos transitando y que sirva para organizar una resistencia efectiva. La gente está dominada por la rabia, que se traduce en rechazo y alienación con respecto al sistema económico y político, pero la rabia no cristaliza en un movimiento que suponga una amenaza colectiva.
Por otro lado, a pesar del empobrecimiento generalizado, España sigue teniendo un nivel de desarrollo considerable. Sabemos que las democracias desarrolladas son extraordinariamente estables. Aguantan casi todo. Hay una regularidad asombrosa: no ha habido nunca una democracia con una renta per capita superior a la de Argentina en 1976 que haya colapsado. España tiene una renta per capita muy superior a esa, incluso después de la crisis de estos años. Por eso, cabe esperar que haya tensiones y episodios violentos, pero no un estallido generalizado. En parte, porque el Estado es muy poderoso y puede poner freno a la protesta; en parte también porque hay muchas familias propietarias de pisos, o que tienen sus ahorros en bolsa, que no están dispuestas a arriesgar en aventuras de resultado incierto. El desarrollo trae consigo un mayor nivel de conservadurismo político a todos los niveles.
El síntoma más claro de que la gente, por muy cabreada que esté, no quiere riesgos, es la ausencia de un debate público en España sobre la conveniencia de permanecer en el euro. A pesar de que la unión monetaria ha resultado ser una ratonera, casi nadie quiere asumir los costes a corto plazo de salirse del euro. No deja de ser curioso que la gente dirija sus quejas a los partidos y a las instituciones españolas, cuando buena parte del problema reside más arriba, en las reglas de funcionamiento del euro y en las políticas que marcan los países del norte. Es verdad que ha caído mucho también la valoración popular de las instituciones europeas, pero sin demasiadas consecuencias: el apoyo al euro sigue siendo masivo. Este apoyo es definitivo para entender por qué no se produce un estallido.
En fin, seguiremos aguantando con resignación una situación que, se mire como se mire, resulta intolerable.
La depresión del Excel.
¿Puede un error en una hoja de
cálculo haber destruido casi por completo la economía de Occidente?
En
esta era de la información, los errores matemáticos pueden llevar al
desastre. La Mars Orbiter de la NASA se estrelló porque los ingenieros
olvidaron hacer la conversión a unidades del sistema métrico; el plan de la
ballena de Londres de JPMorgan Chase salió mal en parte porque quienes hicieron
los modelos dividieron por una suma en lugar de por una media. De modo que,
¿fue un error de codificación de Excel lo que destruyó las economías del mundo
occidental? Esta es la historia hasta la fecha: a principios de 2010, dos
economistas de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth
Rogoff, divulgaron un artículo, Growth in a time
of debt (Crecimiento en una época de endeudamiento), que
pretendía identificar un umbral crítico, un punto de inflexión, para la deuda
pública. Una vez que la deuda supera el 90% del producto interior bruto,
afirmaban, el crecimiento económico cae en picado.
Reinhart y Rogoff tenían
credibilidad gracias a un libro anterior admirado por todo el mundo sobre
la historia de las crisis financieras, y el momento escogido era perfecto. El
artículo se publicó justo después de que Grecia entrase en crisis y apelaba
directamente al deseo de muchos funcionarios de virar del estímulo a la
austeridad. En consecuencia, el artículo se hizo famoso inmediatamente;
seguramente era, y es, el análisis económico más influyente de los últimos
años.
El hecho es que Reinhart y Rogoff
alcanzaron rápidamente un estatus casi sagrado entre los autoproclamados
guardianes de la responsabilidad fiscal; la afirmación sobre el punto de
inflexión se trató no como una hipótesis controvertida, sino como un hecho
incuestionable. Por ejemplo, un editorial de The Washington Post de
principios de este año advertía contra una posible bajada de la guardia en el
frente del déficit porque estamos “peligrosamente cerca de la marca del 90% que
los economistas consideran una amenaza para el crecimiento económico
sostenible”. Fíjense en la expresión: “los economistas”, no “algunos
economistas”, y no digamos ya “algunos economistas, a los que contradicen
enérgicamente otros con credenciales igual de buenas”, que es la realidad.
Porque lo cierto es que el texto de
Reinhart y Rogoff se enfrentó a críticas considerables desde el principio y la
controversia aumentó con el tiempo. Nada más publicarse el artículo, muchos
economistas señalaron que una correlación negativa entre la deuda y el comportamiento
económico no significaba necesariamente que la deuda elevada fuese la causa de
un crecimiento lento. Podría ocurrir perfectamente lo contrario, y que el mal
comportamiento económico condujese a una deuda elevada. De hecho, este es
evidentemente el caso de Japón, que se endeudó enormemente después de que su
crecimiento se hundiese a principio de los noventa.
Con el tiempo, surgió otro problema:
otros investigadores, usando datos de deuda y crecimiento aparentemente
comparables, no fueron capaces de replicar los resultados de Reinhart y Rogoff.
Lo habitual era que encontrasen cierta correlación entre la deuda elevada y el
crecimiento lento (pero nada que se pareciese a un punto de inflexión en el 90%
ni, de hecho, en ningún nivel concreto de deuda).
Finalmente, Reinhart y Rogoff
permitieron que unos investigadores de la Universidad de Massachusetts analizasen la hoja de cálculo
original; y el misterio de los resultados irreproducibles se
resolvió. En primer lugar, habían omitido algunos datos; en segundo lugar,
emplearon unos procedimientos estadísticos poco habituales y muy cuestionables;
y finalmente, sí, cometieron un error de codificación de Excel. Si corregimos
estos errores y rarezas, obtenemos lo que otros investigadores han descubierto:
cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento, sin nada que
indique cuál de ellos causa qué, pero sin rastro alguno de ese umbral del 90%.
En respuesta a esto, Reinhart y
Rogoff han admitido el error de
codificación, han defendido sus demás decisiones y han afirmado que
nunca aseguraron que la deuda provoque necesariamente un crecimiento más lento.
Esto es un tanto insincero porque repetidamente dieron a entender esa idea
aunque evitasen formularla expresamente. Pero, en cualquier caso, lo que
realmente importa no es lo que quisieron decir, sino el modo en que se ha
interpretado su trabajo: los entusiastas de la austeridad anunciaron a bombo y
platillo que ese supuesto punto de inflexión del 90% era un hecho probado y un
motivo para recortar drásticamente el gasto público incluso con un paro
elevadísimo.
Por eso debemos situar el fiasco de
Reinhart y Rogoff en el contexto más amplio de la obsesión por la austeridad:
el evidentemente intenso deseo de los legisladores, políticos y expertos de
todo el mundo occidental de dar la espalda a los parados y, en cambio, usar la
crisis económica como excusa para reducir drásticamente los programas sociales.
Lo que pone de manifiesto el asunto
de Reinhart y Rogoff es la medida en que se nos ha vendido la austeridad con
pretextos falsos. Durante tres años, el giro hacia la austeridad se nos ha
presentado no como una opción sino como una necesidad. Las investigaciones
económicas, insisten los defensores de la austeridad, han demostrado que
suceden cosas terribles una vez que la deuda supera el 90% del PIB. Pero las
investigaciones económicas no han demostrado tal cosa; un par de economistas
hicieron esa afirmación, mientras que muchos otros no estuvieron de acuerdo.
Los responsables políticos abandonaron a los parados y tomaron el camino de la
austeridad porque quisieron, no porque tuviesen que hacerlo.
¿Servirá de algo que se haya hecho
caer a Reinhart y Rogoff de su pedestal? Me gustaría pensar que sí. Pero preveo
que los sospechosos habituales simplemente encontrarán algún otro análisis
económico cuestionable que canonizar, y la depresión no terminará nunca.
Paul Krugman es profesor de Economía de
Princeton y premio Nobel 2008.
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18.4.13
Clandestinidad de nosotros mismos
En sus ensayos, Storytelling y Kate Moss Machine, Christian Salmon habla de la necesidad de construir una historia, un rol, para poder circular en un mercado global, flexibilizado, en el cual han caducado las antiguas pautas laborales y no hay salida si no es a través de una metamorfosis que nos permita significarnos en algo que no somos y vender ese resultado.Richard Sennett, en igual dirección, apela al talento de cada uno para hacer frente a un desafío al proponernos pensar “cómo desarrollar nuevas habilidades, cómo explorar capacidades potenciales a medida que las demandas cambian”.
Se trataría de escondernos en nosotros mismos para sacar fuera a alguien, a otro que nada tiene que ver con nosotros, con lo cual, nuestro verdadero yo pasa a la clandestinidad. Esto se ve claramente en los call centers localizados en India. Los call centers son centros de atención, información y servicios al cliente a través de números telefónicos gratuitos. Múltiples empresas estadounidenses e inglesas derivan estos servicios a compañías indias con un ahorro de costes considerable. Para poder ofrecer el servicio, las compañías indias preparan y entrenan a sus empleados en la difícil tarea de cambiar su personalidad real por la de un estadounidense o un inglés, es decir, que Namrata, Vandana y Oaref se convierten, por ejemplo, en Naomi, Osmond y Nikki. Los empleados hacen cursillos para corregir su fonética y se les sumerge en la cultura y el estilo de vida occidentales. Los teleoperadores que trabajan para la cadena de supermercados Tesco, por ejemplo, están formados para estar al corriente de la actualidad política y deportiva del Reino Unido. Es decir, que Vandana durante el día, en su entorno natural, es un ciudadano de Bombay que convive con su familia y sus amigos como tal, pero por las noches se convierte en Osmond, un vecino de Liverpool que suele frecuentar el estadio Anfield y se regocija con las paradas de Pepe Reina.
Salmon usa el caso paradigmático de Kate Moss para describir el paisaje socioeconómico actual y mostrar un personaje que sabe moverse en él de manera fluida, mutando y reinventándose todas las veces que haga falta para mantenerse en circulación. La periodista Mercedes Milá, de reconocida trayectoria profesional y con un estilo personal para realizar entrevistas, que conduce desde el año 2000 el reality show Gran Hermano en la cadena Telecinco, en una entrevista para el periódico El País, cuando Luz Sánchez-Mellado le preguntó si consideraba que la tarea que desarrolla en Gran Hermano es periodismo, Milá respondió, “Sí. Otro periodismo. Y lo es porque hago de la vida en la casa una crónica. Observo lo que pasa y luego lo reflejo en el programa, y hago las entrevistas en función de lo que he visto, por tanto estoy haciendo periodismo. Lo que ocurre es que hay mucha gente que niega el pan y la sal a esa historia, pero ha llegado un momento en que me da igual. Trabajo para los que ven y les gusta Gran Hermano, el resto me da igual”. Milá decide que aquella periodista que todos conocimos pase a la clandestinidad y deja emerger una nueva profesional, distinta, que ejerce “otro periodismo”.
El filósofo argelino Sidi Mohamed Barkat tiene una teoría muy interesante con respecto al nuevo actor social dentro del sistema económico actual, el cuerpo: “El sujeto ha sido transformado en una especie de empleador de sí mismo. El sujeto emplea el cuerpo”. Y el cuerpo, según este pensador, debe moverse y ser polivalente, trabajar, a través de la tecnología en todas partes, todo el tiempo. El movimiento es el elemento determinante de este otro nuevo rol capaz de funcionar a toda hora y en cualquier lugar. Correr, correr: “La gente corre para atrapar, no solo el salario, no solo el reconocimiento, corre por el simple hecho de correr. Cuando se corre se crea un hilo y si uno se para, el hilo se rompe. Correr es trazar una línea. Esta línea no existe. Solo existe cuando se corre”, piensa Barkat.
Puede que sea el hilo que une al que somos, el clandestino, con el que ponemos en marcha cada mañana y que da la cara por nosotros. El que sale a correr como una gacela o un león. Es sabido que cuando amanece la gacela debe correr más que el rey de la selva para que este no se la meriende y el león debe correr más que ella para no morir de hambre. Así están las cosas. Se trata de llegar antes, aunque uno sea otro.
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