Hay que felicitar a los jóvenes (de todas las edades) miembros del PSOE por haber hecho un documental en el que, en nombre de los militantes de base, piden perdón al pueblo español en general, y a las clases populares en particular, por haber iniciado, cuando el PSOE estaba en el Gobierno, políticas públicas que, expandidas más tarde por los Gobiernos conservadores españoles (y catalanes), han dañado el bienestar y calidad de vida de la gran mayoría de la población. El reciente informe del Observatorio Social de España publicado por Ariel, titulado ‘El impacto de la crisis en las familias y en la infancia’, documenta con gran detalle las consecuencias de tales políticas sobre los niños, sobre los adolescentes y sobre las familias en nuestro país. Tal informe documenta que no sólo la crisis, sino también las maneras como el Estado ha respondido a la crisis, ha afectado negativamente el bienestar y calidad de vida de las familias. Las políticas públicas llevadas a cabo por los Gobiernos socialistas, políticas que han sido incluso más acentuadas y expandidas por el Gobierno PP (y CiU en Catalunya), han sido responsables de tal deterioro.
Tales políticas públicas, de orientación claramente liberal, realizadas por el Gobierno PSOE, estaban ya descritas en los escritos de economistas y pensadores influyentes en la corriente existente dentro del PSOE (liderada por el candidato, más tarde Presidente, del Gobierno socialista español, el señor José Luis Rodríguez Zapatero) conocida como Nueva Vía. Uno de los mayores impulsores de tal corriente era el economista Jordi Sevilla, miembro entonces de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, el cual escribió un libro, ‘De nuevo socialismo’, en el que resumía (haciendo suya) la sabiduría convencional existente dentro de la socialdemocracia europea, incluida la española, inspirada en gran parte en el New Labor dirigido por Tony Blair en Gran Bretaña. Decía retóricamente Jordi Sevilla: “alguien puede defender a estas alturas del siglo que un programa socialdemócrata debe ir a favor de más impuestos y más gasto público…”. De ahí que el Presidente Zapatero bajara durante su primer mandato los impuestos, siguiendo el eslogan de que “bajar impuestos es también ser de izquierdas”. Reflejando también tal sensibilidad liberal, nada menos que el Ministro de Economía, el señor Pedro Solbes, en una entrevista a ‘El País’ (22.07.07) al final del primer periodo del Gobierno PSOE (2004-2008), indicara que la medida de la cual él estaba más orgulloso “era la de no haber aumentado el gasto público”, precisamente en el país de la UE-15 que tenía un gasto público (incluido el gasto público social) por habitante de los más bajos de tal comunidad (ver mi crítica del libro de Jordi Sevilla y de la Nueva Vía en mi libro ‘El Subdesarrollo Social de España. Causas y Consecuencias’. Anagrama 2006). En realidad, el gasto público (incluido el social) por habitante creció durante aquel periodo, resultado, primordialmente, del crecimiento de la economía, estimulado por la burbuja inmobiliaria, y no a cambios fiscales que hubieran generado un mayor ingreso al Estado.
Tal corriente dentro del PSOE significaba el desarrollo del liberalismo dentro del socialismo. Esta corriente estaba en contra de las limitaciones puestas al mercado mediante regulaciones públicas, alcanzando esta postura su máxima expresión en pensadores como Miguel Sebastián (que fue Ministro de Industria, Turismo y Comercio del gobierno Zapatero), también de la Nueva Vía. Tales medidas se consideraban parte de lo que definían como “modernización del socialismo” y que incluían, entre otras modernizaciones, la desatención a principios básicos del socialismo, como la redistribución de los recursos del país y el desarrollo de políticas fiscales progresivas y progresistas. Las escasas voces críticas de tales políticas eran ignoradas o definidas como “tradicionales” (la manera amable de decir anticuadas) merecedoras del olvido.
Muchas políticas públicas derivaron de tales posturas liberales, siendo una de ellas la Reforma Fiscal del 2006, que bajó los impuestos creando un agujero en los ingresos al Estado de casi 20.000 millones de euros, agujero que no se notó (hasta que la crisis estalló en 2007) debido al incremento de los ingresos al Estado como consecuencia de la citada burbuja inmobiliaria. Dicha burbuja se había generado en la época del Gobierno Aznar y su desarrollo fue facilitado por las medidas tomadas por el Banco de España (presidido durante el Gobierno PSOE por el Gobernador Fernández Ordóñez, una personalidad de sensibilidad liberal muy acentuada, nombrado por el Gobierno Zapatero) que tuvo una gran responsabilidad en el desarrollo de la crisis financiera que España está sufriendo (el excelente documental crítico del PSOE al cual hago referencia al principio del artículo confunde, sin embargo, el Banco de España con los técnicos de tal institución, que sí que advirtieron de las políticas erróneas que la dirección política del Banco estaba aprobando) .
Dentro de este esquema conceptual liberal, puede entenderse como el Gobierno respondió a la crisis, respuesta sacada de un libro de texto de economía liberal. Los equipos económicos de los Gobiernos Zapatero, tanto antes como durante la crisis, eran claramente liberales. Su respuesta a la crisis dañó a las clases populares y empeoró la situación económica y social del país. No hay, sin embargo, suficiente concienciación en el establishment del PSOE de que el deterioro del bienestar de las clases populares se debe, no sólo a la crisis, sino también, como he subrayado anteriormente, a la manera cómo se respondió a ella. Tales medidas han sido enormemente impopulares.
Las políticas alternativas que ni siquiera se consideraron
Las políticas liberales (que en el lenguaje económico actual se conocen como neoliberales) que caracterizaron la respuesta a la crisis, se hicieron argumentando que “no había otras alternativas”, postura ampliamente reproducida en los mayores medios de información en España, conocidos internacionalmente por su escasa diversidad ideológica y sistemática discriminación contra voces críticas en las izquierdas. El Gobierno PSOE congeló las pensiones públicas de vejez, intentando ahorrar 1.200 millones de euros para reducir el déficit del Estado (creado en parte por los recortes de impuestos de la reforma fiscal del 2006), sin considerar como alternativa el mantener el impuesto de patrimonio (que habría conseguido incluso más recursos, 2.100 millones de euros) o anular la rebaja del impuesto de sucesiones (consiguiendo 2.552 millones) o revirtiendo la bajada de impuestos de personas que ingresaban más de 120.000 euros al año, consiguiendo 2.500 millones de euros. Y así, una larga lista de alternativas. Como mostramos Juan Torres, Alberto Garzón y yo en el libro ‘Hay Alternativas. Propuestas para crear Empleo y Bienestar Social en España’, por cada recorte que hizo el Gobierno PSOE (y más tarde el Gobierno PP), había una alternativa. El que se aplicaran los recortes a unos y no a otros tenía y continúa teniendo mucho que ver con el distinto nivel de influencia sobre el Estado que tienen las distintas clases sociales y grupos de presión existentes en España.
Y fueron las clases populares las que resultaron más perjudicadas por aquellos recortes y por otras reformas, como las del mercado laboral, que tenían como objetivo (aunque no se dijera) rebajar los salarios a fin de aumentar –se decía- la competitividad de la economía española. Tales políticas, seguidas más tarde por los Gobiernos PP y CiU, explican que, por primera vez en el periodo democrático, las rentas del Capital hayan sobrepasado las rentas del Trabajo. Aunque hoy el socialismo español no hable de ello, el hecho es que la lucha de clases está siendo ganada a diario por el mundo del capital financiero y de las grandes empresas a costa de la derrota del mundo del trabajo. Y las políticas del PSOE han contribuido a ello.
Ni que decir tiene que los Gobiernos PSOE presididos por el señor Zapatero también hicieron reformas positivas (sobre todo en las áreas sociales). Pero en las políticas económicas y fiscales, que son las que condicionan en gran medida las políticas sociales, los gobiernos socialistas, y sobre todo su respuesta a la crisis, fueron claramente negativas, y alienaron grandes sectores de su electorado.
El inmovilismo del socialismo español
El declive electoral del PSOE, del PSC y de los otros componentes del socialismo español se debe a esta realidad. A la luz de estos acontecimientos varios hechos son particularmente sorprendentes. Uno es que el equipo dirigente del PSOE sea hoy el mismo que llevó a cabo aquellas políticas tan impopulares. Otro es que tal equipo no haya hecho ninguna autocrítica y se resista a hacerla. Pero otro hecho, también llamativo y muy sorprendente, es que no haya habido una rebelión de la militancia, un caso único entre los partidos socialistas europeos. Incluso en Alemania hubo una revuelta frente a las reformas neoliberales del Gobierno socialdemócrata alemán, presidido por el canciller Schröder, que llevó a una escisión en aquel partido (creándose Die Linke –La izquierda-). Tal silencio en el socialismo español (y en el socialismo catalán, cuya reciente rotura tiene que ver con otras causas) está reforzando la percepción generalizada de que el PSOE (como también otros partidos) es la suma de los que tienen cargos políticos que defienden a ultranza sus privilegios más aquellos que aspiran a tenerlos. Tal percepción, profundamente injusta en cuanto a la militancia, se reproducirá a no ser que haya una revuelta de las bases del partido para cambiar profundamente tal instrumento político y sus políticas neoliberales. De no ser así, el futuro de los partidos socialistas en España verá su continuo declive.