“Los salarios en España han subido en la
crisis más que en Alemania”, protestaba en portada, el pasado 11 de agosto, el
periódico de cabecera de Rajoy. Dentro, el título era aún más contundente:
“España supera a Alemania en costes laborales”.
Alarmado ante
semejante demostración de que los trabajadores españoles vivimos por encima de
nuestras posibilidades, me estudié las tablas que acompañaban tan escandalosa
información. Coste laboral
por hora en España: 20,6 euros; en Alemania: 30,1 euros.
Vaya, me
dije, no parecemos superar a los austeros germanos. ¿Será que se han disparado
los sueldos hispanos en estos últimos años? Pero hice dos sencillas restas de
otra tabla en la misma página y descubrí que, mientras en Alemania el coste
laboral por hora aumentó de 2008 a 2011 en sólo 1,7 euros; en el mismo periodo
en España subió… ¡1,7 euros!
Volví a leer,
incrédulo, ambos titulares y tras mucho devanarme los sesos llegué a la
conclusión de que supuestamente pretendían resaltar que el porcentaje de
crecimiento relativo de esos costes en España ha sido tres puntos mayor que en
Alemania; portentosa remontada tras la cual nuestros asalariados les cuestan a
las empresas un 46% menos que los trabajadores alemanes y un 66% menos que los
franceses, sin ir más lejos.
A
continuación, recordé que sólo dos días antes el Banco Central Europeo había
instado a los países con altas tasas de paro, como España, a rebajar los costes
laborales aplicando medidas “urgentes” del estilo de “reducir
el salario mínimo”, “relajar las leyes de protección laboral” y “abolir la
interrelación entre salarios e inflación”. Aunque esta última receta sobraba,
ya que el aumento salarial medio pactado en los convenios colectivos este año
ronda el 1,7% mientras que la inflación prevista tras el decretazo de subida
del IVA ascenderá al 2,5%.
Era fácil
deducir que la intención editorial de ese diario (que se autocalifica
“crítico”) era ayudar a justificar (incluso tergiversando descaradamente en
titulares el contenido de su propia información) la doctrina del BCE, cuyo
presidente, Mario Draghi, cobraba 757.714 euros anuales durante la crisis (al
frente del Banco de Italia) y en su cargo actual se ha quedado con un mísero sueldo de
367.863 euros al año, dietas aparte. Todavía acabará alardeando de
que ha dado ejemplo a los obreros españoles que, por el momento, cobran el
exagerado salario mínimo de 641 euros; igual que en 2011, ya que fue congelado.
En cualquier
caso, no cabe duda de que Draghi ganaba muchísimo más cuando era (2002-2006)
vicepresidente para Europa de Goldman Sachs, gigante mundial de la especulación
financiera que en esas fechas ayudó a Grecia a falsear los datos de su déficit
público, dando origen a la crisis actual de la Eurozona. Antes, como Director
General del Tesoro de Italia, concibió la llamada Ley Draghi, que dio carta blanca a la privatización masiva de las grandes empresas
públicas del país como la petrolera Eni, cuyo patrimonio
inmobiliario fue adquirido en su totalidad por Goldman Sachs poco antes de que
fichase al entonces presidente del Comité de Privatizaciones.
Pero Draghi
no es más que un lacayo mal pagado de los verdaderos amos del
mundo a los que benefician tanto las imposiciones del BCE (o del Banco Mundial,
que también dirigió Draghi del 85 al 90) que la crisis sólo sirve para
enriquecerlos aún más.
Justo dos
días antes –otra vez 48 horas– de que el Banco Central Europeo apremiase a
España a rebajar los salarios, la plataforma de comunicación Bloomberg difundía el ranking de las mayores fortunas del planeta y,
para alborozo de la prensa española de derechas, concedió a Amancio Ortega
(Inditex) el título de tercer hombre más rico del mundo, con un patrimonio de
46.600 millones de dólares. El ruido mediático de las celebraciones de esa
medalla de bronce, superando esta vez a un estadounidense (Warren Buffett),
ahogó por completo la repercusión del verdadero hecho noticioso oculto entre
las multimillonarias cifras de la lista de potentados:
Ningún medio
destacó que, en el año negro de la más dura recesión, mientras gobiernos e
instituciones cercenaban sin compasión plantillas, salarios, subsidios,
prestaciones e inversiones, en una espiral de recortes amparada en el mantra
“no hay dinero”, los veinte magnates
más acaudalados del mundo incrementaron sus fortunas personales en
un promedio del 14% (Ortega alcanzó el 32,2%) hasta sumar 680.000 millones de
dólares (más de la mitad del PIB de España). Lo que no nos aclaran los
economistas del dogma de la austeridad a ultranza es por qué, cuando los
estados no pueden pagar pensiones ni medicamentos ni maestros, es necesario que
esas veinte personas aumenten sus riquezas en otros 83.340 millones de dólares
en un solo año. ¿No tenían bastante, antes, para el buen funcionamiento del
sistema económico capitalista?
A la vista de
estos datos, es comprensible que nos sublevemos cuando oímos cómo la nueva RTVE objetiva del
PP califica de “ampliación” del subsidio a los parados de larga duración la
reforma del Plan Prepara,
que va a retirar la ayuda de 400 euros/mes a los jóvenes desempleados que se
ven forzados a vivir con sus padres, si en su hogar logran reunir
481 euros por cabeza… cantidad a todas luces más que suficiente para no
necesitar ayuda ninguna del Estado.
¿Quién vive
por encima de las posibilidades de quién?
Publicado en
Público.es por Carlos Enrique Bayo, 29 de Agosto de 2012.
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