El PP estructuro su campaña en dos puntos básicos. El
primero que la culpa de la crisis y por consiguiente del paro era de Zapatero.
Y la segunda, que los mercados desconfiaban del PSOE y que tan pronto como tuviésemos
un gobierno fuerte del PP todo sería fácil y la economía y la prima de riesgo fluirían
cual agua de Mayo.
También se reafirmaron en que no subirían los impuestos, ni tocarían
servicios básicos como la sanidad o la educación pública. Se convirtieron prácticamente
en el partido de los trabajadores. Imagino que sus estrategas apoyaban la teoría
de que todo vale para conseguir el poder.
Era evidente en su discurso, que si ya no estaba Zapatero y
los mercados, gracias a la mayoría absoluta del PP, retozaban en la confianza
más absoluta, el paro bajaría y la actividad económica florecería cual cerezos
en Abril.
Pues todo esto, no ha pasado. Más bien, ha pasado todo lo
contrario. La prima de riesgo ha subido a límites impensables, el paro supera
cualquier previsión, por catastrofista que fuese, nuestra imagen como país es
nefasta. Incluso a nivel diplomático nos hemos enfrentado con Inglaterra y
Argentina al mismo tiempo y nos sentimos mejores que Angola, país soberano con
un crecimiento económico 40 veces mayor que el nuestro y un paro del 4%. Ya nos
gustaría estar como Angola.
Lo cutre, lo incompetente y además, lo dudoso, se ha
instalado en la política nacional.
Un Rajoy que siempre ha actuado igual, no hacer nada y
esperar que la corriente lo lleve a la orilla, un Rajoy incapaz de frenar el
expolio que sus colaboradores están realizando en las administraciones
publicas. Un Rajoy secuestrado por el mal, por el mal hacer y por los malos
compañeros de cama. No puedes utilizar a los especuladores para llegar
tramposamente al poder, basando tu campaña en las mentiras y ahora pensar que
no se cobraran mil veces el favor de dejarle dirigir un país, cual capitán del
Titanic. Orgulloso de sus galones, pero incapaz de responder a la
responsabilidad del cargo.
El mayor fiasco mundial, como el límite de la incompetencia,
puede llegar a gobernar, por decirlo de alguna manera, un país. Y sigue igual,
no hacer nada y esperar que otros lo rescaten, o la corriente lo acabe llevando
a la costa.