22.9.10

La crisis según Helmut Schmidt.


El viejo ex canciller socialdemócrata, arremete a sus 91 años contra banqueros y políticos, y reivindica el eje franco alemán.

Con la edad el pelo se cae, y eso es lo que le pasa al ex Canciller alemán Helmut Schmidt. No es que sea calvo, pero se le han caído casi todos los pelos de la lengua: a sus 91 años dice lo que piensa y lo que quiere, algo que los políticos en activo no pueden permitirse. Por eso es una de las personas con mayor autoridad moral de Alemania. La gente le escucha con atención y los políticos le temen.

La crisis debería haber comportado consecuencias penales para algunos, en especial los banqueros, dice Schmidt, algo sordo, fumador compulsivo y con una cabeza bien engrasada, en una conversación con Rüdiger Grube, Presidente de la Deutsche Bahn (DB) los ferrocarriles alemanes.

"Ladrones y estafadores los ha habido siempre", dice Schmidt. "Una vez dividí a la humanidad en tres grupos", explica. "El primero es el de la gente normal, como usted y como yo, que robamos alguna manzana de niños y que más tarde hasta nos metimos en el bolsillo alguna tableta de chocolate en el supermercado. El segundo grupo es el de la gente con una predisposición criminal. El tercero son los banqueros de inversión..., puede publicar eso, no se preocupe", le dice el viejo ex canciller al sorprendido Presidente de los ferrocarriles.


Grube es de Hamburgo, como Schmidt, pero ni siquiera su condición de paisano le libra de una reprimenda: "los trenes deberían ser más puntuales", "no importa tardar doce o quince minutos más en el trayecto, en cambio la puntualidad...", dice, apuntando un claro problema de la excelente red nacional alemana, que no acaba de solucionar el defecto que la aleja aun mucho de las virtudes de la red ferroviaria japonesa o suiza. Publicada en la revista de los ferrocarriles "Mobil", gran parte de la entrevista está dedicada a la crisis y su génesis.


"En los años noventa, la clase política de los países industriales de Occidente, incluyendo a Japón, amplió a la ligera la libertad de acción de los administradores de la banca y de las finanzas, en lugar de restringirla. Fue un error garrafal. Los políticos tienen la culpa y los administradores de los bancos tienen una culpa considerable, seguramente merecedora de sanción penal, pero en cualquier caso una gran culpa moral. Si hablamos de la economía real, su culpa es menor, y, en cualquier caso mucho menor que la de los políticos y de Wall Street".


Para salir de la crisis es imperativa una "acción concertada de un número suficiente de países y gobiernos" que trabajen en la misma dirección. Algo se ha hecho, dice el viejo político socialdemócrata, por ejemplo antes se celebraban cumbres de siete países, y ahora son veinte. "Los políticos han reconocido el principio", dice, pero, por desgracia "ningún país ha extraído consecuencias legislativas de la conducta de los bancos de inversión americanos". Las medidas que la Canciller Ángela Merkel ha adoptado en Alemania prohibiendo el comercio de determinados valores no tienen resultado, porque "lo que se prohíbe en Alemania, puede realizarse en Londres o Chipre". "Un país solo no puede hacer gran cosa", sentencia.


Schmidt desconfía de las encuestas de opinión, "son instantáneas sin valor", dice, y se fía poco de los medios de comunicación, sólo preocupados por sus índices de audiencia y su publicidad, lo importante para los políticos es predicar con el ejemplo, "ser ejemplo y modelo". Solo así se genera confianza, afirma Schmidt, que vive en la misma casa de Hamburgo sin haberse enriquecido tras su paso por la política, como otros ex cancilleres alemanes.


Respecto a Europa, su consistencia depende del eje franco-alemán, un "artificio" cuyo fundador fue De Gaulle, y en menor medida, Adenauer. Luego hubo un segundo periodo, el de Giscard y Schmidt, y un tercero con Kohl y Mitterrand, y ahí se acabó todo. Por su situación geopolítica, ese artificio es particularmente vital para Alemania, dice Schmidt. "Si la integración europea llegara a fracasar algún día, deberíamos preocuparnos muy seriamente", dice.

Rafael Poch. Corresponsal en Berlín. Publicado en La Vanguardia el 22/09/2010.